Por: Saúl Torres
He sido apolítico toda mi vida, al menos hasta el momento no me he visto con apegos partidarios, sin embargo no escatimo la importancia de tener buenos gobernantes o personas que desde su pináculo pueda ser un aliado para impulsar el bien de los ciudadanos. Incluso creo que muchos jóvenes podrían cambiar la forma de hacer política, pero lamentablemente tenemos muchos otros que han caído en las manos de "estatus" y la comodidad. Precisamente en las cuestiones artísticas o concerniente a la cultura, he visto como dirigentes no han hecho mucho para tratar de politizar el arte. Es una de las pocas cosas en el tema de la política que me hace ruido.
Me resulta asqueante este tipo de prácticas, ver cómo la marca personal de alguien toma su renombre a costo de discursos políticos y haciendo una falso alarde del arte. Y creo que muchos deberían reinterpretar esas intenciones. No es lo mismo hablar al nombre del arte que hablar desde la politiquería para adeptos del arte. Se pierde el objetivo y sobre todo la causa cuando apostamos por el "cargo" que por la gente, en este caso, a los artistas por el arte.
No me malinterpreten, no estoy diciendo que la política es mala para promover el arte, digo que es malo promoverse con la falsa pretensión de que es para el arte. Porque muchos desde el cargo empiezan a derrumbar paredes y querer ventilar su ego y sobre todo su bolsillo.
Tener un cargo político, es tener un mundo en sus manos, y de forma relativa esto puede jugar para mal o para bien. Se utiliza mucho las relaciones para conseguir lo que se quiere personalmente, y luego vemos cómo la mayoría juega fuera de las reglas del juego. Dan prioridad justificadas a círculos y a "cuñas", luego todos nos hacemos la idea de que están brillando con luz propia pero al final de cuentas se trata de un apretón de manos.
En ese mundo hay personas muy astutas y mucha gente a la que se le ha visto la cara. El hambre de poder y de ser respetado ha llevado a jóvenes a crear un mecanismo de autoengaño, creyendo que promueven la causa, terminan promoviéndose así mismos y terminan creando una especie de religión en donde unos cuantos se convierten en su rebaño y endiosan cada una de sus acciones.
Si hubiera más transparencia en cuanto a las intenciones, al menos todos estaríamos conformes con el hecho de que hay sinceridad de por medio, pero ocultando las intenciones para convencer de otra cosa es una completa desfachatez. Ahí el error, mientras más se ocultan las cosas, más salen a relucir las verdaderas intenciones.
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