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Primeros periódicos en Santo Domingo I

Por: Edwin J. Peña


Con la llegada de la imprenta, a mediados del siglo XVIII, se allana el camino para la aparición de los primeros periódicos en la parte que nos corresponde de la isla. La referencia más antigua sobre un periódico en la ciudad de Santo Domingo, procede del libro «Present State of the Spanish Colonies; including a particular report of Hispaniola, or the Spanish part of Santo Domingo” del ciudadano inglés William Walton que, menciona entre otras cosas, el “bulletin of Santo Domingo and several others papers” (Londres, 1810, vol. I, p. 203). En todo caso, fue el Licenciado Leónidas García Lluberes el primero en afirmar que el Boletín de Santo Domingo habría sido el primer periódico publicado en este lado de la isla, y circuló entre los años de 1807 y 1809. Por su carácter gubernamental —el Boletín era órgano del gobierno francés en Santo Domingo —, este periódico debió ser bilingüe, puesto que todos los documentos oficiales de la época aparecen escritos en francés y castellano. Doce años después de la desaparición del Boletín de Santo Domingo en 1809, aparece el primer periódico netamente dominicano y el segundo en orden cronológico: El Telégrafo Constitucional de Santo Domingo.

El primer número del Telégrafo Constitucional de Santo Domingo, circuló en la ciudad el jueves 5 de abril de 1821, bajo la dirección del Dr. Antonio María Pineda —Catedrático de medicina en la Universidad de Santo Tomás de Aquino, también encargado por orden de José Núñez de Cáceres, de llevar la noticia a Simón Bolívar de la reciente creación del Estado Independiente de Haití Español, advenido el 1 de diciembre de 1821—. Este periódico circulaba los jueves de cada semana y mantenía a los ciudadanos al tanto de todo el acontecer noticioso ocurrido en la isla o España. El primer artículo de este periódico, abogaba por la creación de un Estado agricultor, siendo por el momento, la única vía para salir de aquel estado de miseria en el que se encontraban. Este periódico, como muchos otros, sería de vida efímera y desaparecería en menos de un año. La última edición que circuló, según se sabe, fue el jueves 26 de julio de 1821.  

El 15 de abril de 1821, nace El Duende, el tercer periódico en orden cronológico que circuló por la ciudad de Santo Domingo. De vida efímera como los demás, fue dirigido por la más conspicua personalidad de la época, el Dr. José Núñez de Cáceres. En este periódico aparece el antecedente más antiguo de la fábula en Santo Domingo, lo que convierte a Núñez de Cáceres en el precursor de nuestra literatura infantil. Entre las fabulas intituladas que aparecen en este periódico, conservamos:

1- La Lechuza y la Cigüeña.
2- El conejo, los Corderos y el Pastor.
3- La Araña y el Águila.
4- El Mulo, y la Acémila.
5-El lobo y la Raposa.
6- El Abejarrón y la Abeja.

El 15 de julio de 1821, El Duende se despide de sus lectores y desaparece del embrionario escenario de la prensa local. Con la ocupación haitiana —que ocurriría poco después—, la prensa dominicana sufriría un largo declive y, no volveríamos a tener un periódico sino hasta un año después de la Independencia Nacional. En febrero de 1844, nace el Estado dominicano y Félix María del Monte se levanta como la primera figura de importancia en el área de las letras; en 1845, Del Monte funda El Dominicano, el primer periódico literario y de interés general nacido luego de la fundación de la República. Al proyecto periodístico de Félix María del Monte, también se asocian hombres de abnegado patriotismo como José María Serra, Pedro Antonio Bobea y Manuel María Valencia, este último, responsable de introducir el romanticismo en las letras dominicana. En ese mismo año, aparece impresa en el periódico El Dominicano, la primera caricatura hecha en el país, lo que convierte a su creador, Domingo Echeverría, en el primer grabador y caricaturista dominicano. Esta caricatura representaba a un general haitiano en marcha, cargado de insignias militares en contraste con sus rústicas sandalias, en aquel tiempo, al soldado haitiano, le preocupaba más las insignias militares que los zapatos.

Debido a la inestabilidad política y a las persecuciones por parte del gobierno a los redactores de nuestros primeros periódicos, la prensa local tuvo vida más o menos breve y precaria. Durante la primera administración del presidente Báez, surgen nuevos periódicos en la ciudad de Santo Domingo, tales como: la Gaceta de Gobierno (1851), El Eco del Ozama (1851); y la Española Libre (1852). En ese mismo año, inicia en la República Dominicana el periodismo provincial, el 10 de julio de 1851 el Cibao vería su primer periódico. El Correo del Cibao, bajo la dirección de Alejandro Victoria, sería el primer periódico fundado en Santiago de los Caballeros, y el primero que se publicó fuera de la capital dominicana. Otros periódicos, también santiagueros, fueron: El Cibaeño (1857), La Voz del Cibao (1867), El Dominicano (1873) y El Eco del Yaque (1874). 

Por estos tiempos, los periódicos emergentes respondían a una realidad marcada: la política. En 1853, Pedro Santana asume la presidencia por segunda vez, y durante su gobierno –poco tolerante con la prensa–, aparecen algunos periódicos, como: El Progreso (1853) y El Porvenir (1854), ambos periódicos bajo la dirección de Nicolas Ureña de Mendoza. En El Porvenir, encontramos para sorpresa de todos nosotros, artículos laudatorios por parte de Francisco del Rosario Sánchez hacía Pedro Santana, donde lo llama, entre otras cosas: “Libertador presidente digno del puesto que ocupa”, “acto de sana política, humanitario y generoso”, “elegido de la Providencia por tantas veces para salvar la patria”, etc. En 1855, El Porvenir tuvo que detener su labor periodística, debido a que su redactor, Nicolas Ureña de Mendoza, fue desterrado del país por el presidente Santana.

En 1854, aparece el periódico literario El Oasis, órgano de la sociedad de Amante de las Letras. Esta sociedad, como se sabe, tiene el mérito de haber sido el primer grupo literario fundado en la República Dominicana; en este periódico, uno de sus muchos redactores, Manuel de Jesús Galván bajo el seudónimo de Emmanuel, iniciaría una campaña poética de descrédito contra el merengue, que crecía de fanáticos y se expandía con rapidez por todo el territorio nacional, eclipsando y amenazando con suplantar a la vieja danza nacional: La Tumba.

La tumba, que hoy vive desterrada
por el torpe merengue aborrecible;
que en vil oscuridad yace olvidada,
llorado su destino atroz, horrible;
ya por fin, penetrada de furor
expresa de este modo su dolor.

Progenie impura del impuro averno,
hijo digno del diablo y de una furia,
merengue, que aun siendo niño tierno
te merengueó en sus brazos la lujuria,
tú, villano, que insultas al pudor,
dame mi cetro, infame usurpador.

La popularidad del merengue terminó por abrazar el gusto popular de los dominicanos, provocando la desaparición parcial o completa de la Tumba en la República. Estos cometarios de Galván y sus partidarios, constituyen al mismo tiempo, el antecedente escrito más antiguo que tenemos sobre el merengue. Entre 1855 y 1856, bajo el seudónimo de Lucía, Josefa A. Perdomo publica en El Oasis sus poemas, convirtiéndose así, en la primera mujer que hace público sus escritos en la prensa.  

Los hermanos Alejandro y Javier Angulo Guridi, fundan respectivamente los siguientes periódicos: La República (1856) y El Progreso (1861). Ambos se ven obligados a interrumpir sus labores periodísticas en Santo Domingo, debido a un cambio de residencia, en Santiago de los Caballeros, fundan: La Reforma (1857) y El Tiempo (1866).  

En marzo de 1861, la República regresa a su antiguo estatus colonial y se convierte por medio de negociaciones fraudulentas e inconsultas, en provincia ultramarina del gobierno español. Durante este periodo, toda forma de periodismo queda censurado y a partir de entonces, todo órgano de la prensa local, debía pasar primero por el filtro de las autoridades españolas que, ejercían su gobierno en la representación de Pedro Santana, artífice de la anexión. Estas particularidades permitieron que el periódico La Razón (1862), dirigido a la sazón por Manuel de Jesús Galván, alcanzara relevancia y notoriedad pública. Pues, desde allí, el autor de Enriquillo, asumirá una apasionada defensa a la causa anexionista, arremetiendo contra todo aquello que represente una oposición al gobierno de su majestad, Isabel II de España.


Fuentes:

1-Max Henríquez Ureña. Panorama histórico de la literatura dominicana. Tomo II. Col. Pensamiento Dominicano, vol. IV.

2-Emilio Rodríguez Demorizi. La imprenta y los primeros periódicos de Santo Domingo. Colección Bibliófilos 2000.

3-Pedro Henríquez Ureña. Obras completas 11. Pag. 334. Editora Nacional, Santo Domingo, R.D. 2015.

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