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La ridiculez del filósofo

Por: César Canela


«Observo, en efecto, que para saber si un
alma está bien o mal es preciso poseer tres
cualidades que tú reúnes: la ciencia, la
bondad y la franqueza.» [Sócrates][1].


Desde siempre la filosofía ha padecido el desprecio de distintos sectores, unos la han rechazado porque entienden que es una actividad inútil, otros porque le temen a la profundidad, también porque sus argumentos suelen ser, a veces, molestosos y contracorriente, mientras que otros simplemente la rechazan porque prefieren la sensualidad que produce la ultrapositividad de las ideas light [2] y la superficialidad de muchos textos llamados de superación personal. Otras personas, simplemente, quedan fuera del ambiente filosófico porque no han tenido la oportunidad de explotar su sed de conocimiento.

Prueba de la antigüedad de este desprecio de la filosofía se encuentra en los los «Diálogos de Platón», especialmente, en las conversaciones que sostiene Callicles con Sócrates. Es evidente que este contexto, igual que hoy, se prefería la retórica el hablar bonito sin importar la verdad, de hecho, lo único valioso es que el discurso llegue, ser escuchado y ser reconocido en un mundo hambriento de poder.

«Te confieso, Sócrates, que la filosofía es algo muy divertido cuando en la juventud se la estudia con moderación, pero si se prolonga su estudio más tiempo del preciso se convierte en una plaga de la humanidad. Porque por grandes que sean las dotes con que la naturaleza haya adornado al hombre, si éste en una edad ya adelantada continúa filosofando tiene por fuerza que carecer de la experiencia de todo lo que no debe ignorar el hombre que quiera ser una persona bienquista y distinguida. […] Conviene tener un barniz de filosofía […]. Pero seguir filosofando a la edad viril me parece ridículo, Sócrates. […] La cosa me parece ridícula, indecente […] y merecedora de unos latigazos. Esta es mi manera de pensar acerca de los que se ocupan de la filosofía».[3]

Suele pensarse que el problema de la posverdad[4] es un problema de la modernidad, ya los sofistas en la Grecia antigua se preocupaban exclusivamente por hacer un buen discurso en vez de presentar la verdad. Me atrevo a afirmar que ese problema también ocurría en todo el mundo porque en todas las culturas y en todos los pueblos ha habido personas preocupadas por el pensamiento que están siempre enfrentadas a los manipuladores de la verdad. 

Curiosamente, quiénes son enemigos de la filosofía suelen dedicarse a las actividades políticas, sólo unos pocos de los que incursionan en la política hacen filosofía. El poder se sirve del discurso, a la gente se le dice únicamente lo que quiere escuchar. Para estar personas lo más importante es el parecer, discípulos de los sofistas, que se creen listos por aplicar lo que Maquiavelo bien presento: el gobernante no tiene que ser bueno, basta con que lo parezca. Con esas artimañas controlan el escenario social y aconsejan del mismo que Callices a Sócrates:

«Créeme, pues, querido amigo, deja tus argumentos, cultiva lo bello, ejercítate en lo que te dará la reputación de hombre hábil y abandona a otros estas vanas sutilidades que sólo tratan de extravagancias o puerilidades y que terminarán por reducirte a la miseria; propónte por modelos no a esos que disputan con estas frivolidades, sino a las personas que han conquistado fama y riquezas y que gozan de las otras ventajas de la vida»[5].

Los filósofos suelen ser ridículos en las sociedades de la posverdad porque éstos viven preocupados por cosas “inútiles” como la metafísica, la moral, el ser, la vida, la religión, el mito, la existencia. No se limitan a la razón cientificista e intentan dar respuestas holísticas a un mundo que sólo es capaz de soportar un solo relato, el relato del poder hegemónico. Al final no importa quien tenga el poder, las operaciones del poder seguirán los mismos criterios de control, cambia el amo pero la estrategia sigue siendo la misma. 

La presentación de ideas suele ser una actividad ridícula porque va contracorriente y para eso está el filósofo porque su misión es la ridiculez.[6]“No se crea que es una cosa tan fácil cumplirla. Requiere una especie de coraje que ha solido faltar a los grandes guerreros y a los más grandes atroces revolucionarios. Éstos y aquéllos han solido ser gente bastante vanidosa y se le encogía el ombligo cuando se trataba, simplemente, de quedar en ridículo. De aquí que convenga a la humanidad aprovechar el heroísmo peculiar de los filósofos.”[7]El ejercicio filosófico debe ser un compromiso primero con la verdad que con la amistad, la filosofía es un ejercicio que va en camino contrario a la vanidad, sin miedo al desprecio. 

En definitiva, la ridiculez del filósofo consiste en criticar al poder hegemónico, enfrentar a la religión dogmática, dejar al descubierto la complicidad que tienen los medios de comunicación con el que puede pagar más y beber la cicuta[8] por vocación a la verdad.


[1] Platón. Obras selectas : La República.- Diálogos: Górgias, Fedón y El banquete. (Márquez, F., trad. y prolg.)  Edimat Libros, c2000. Madrid. Pág. 479

[2] “Que ha perdido gran parte de sus caracteres esenciales”. Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.5 en línea]. Recuperado 24/02/2022 de https://dle.rae.es/light

[3] Platón. Op. Cit. Pág 476-477

[4] “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”. Real Academia Española: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.5 en línea]. Recuperado 24/02/2022 de https://dle.rae.es/postverdad?m=form 

[5] Platón. Op. Cit. Pág. 478

[6] Cfr. Ortega y Gasset, J. (1994). Ideas y Creencias.Obras Completas. Tomo I. Alianza Editorial. Pág. 396

[7] Ibíd. Pág. 396

[8] Veneno con el que fue condenado Sócrates por vocación filosófica. Cfr. Platón (2003). Diálogos. Obra completa. Volumen I: Apología. Critón. Eutifrón. Ion. Lisis. Cármides. Hipias menor. Hipias mayor. Laques. Protágoras. Madrid: Editorial Gredos.

César Canela

Nacido en Bonao, a finales del siglo XX, siempre estudiante, profesor en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y en la Universidad Católica del Cibao (UCATECI). Actualmente, realizando el doctorado en Filosofía en la Universidad de Salamanca, España. Productor del Podcast Live Filosófico. Amante del saber, amante de la metafísica aristotélica, apasionado de la historia, amante del campo, estudioso de la filosofía especialmente de la hispánica, bibliófilo, cuasi músico e intento de poeta. Miembro de la Unión de Escritores de Monseñor Nouel, Inc; y de la Federación de Campesinos Hacia el Progreso, Inc.

Autor

  • César Canela

    Nacido en Bonao, a finales del siglo XX, siempre estudiante, profesor en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y en la Universidad Católica del Cibao (UCATECI). Actualmente, realizando el doctorado en Filosofía en la Universidad de Salamanca, España. Productor del Podcast Live Filosófico. Amante del saber, amante de la metafísica aristotélica, apasionado de la historia, amante del campo, estudioso de la filosofía especialmente de la hispánica, bibliófilo, cuasi músico e intento de poeta. Miembro de la Unión de Escritores de Monseñor Nouel, Inc; y de la Federación de Campesinos Hacia el Progreso, Inc.».

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