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Elevemos nuestras almas sufrientes y laceradas por el mal de este tiempo.

Por: Enmanuel Peralta


[Panegírico a la Fiesta de la Inmaculada Concepción, Enmanuel Peralta, laico comprometido, P.J.]

Invoquemos a Dios padre todopoderoso, que envió a su único hijo, y que en el seno de la Inmaculada Virgen María, se encarnó, para transformarnos de pecadores a hijos Santos por la gracia del Espíritu Santo.

Por ello, en el día de hoy, la iglesia Santa, se reúne para venerar, la gloriosa honra de la inmaculada madre del Mesías que había de venir a esparcir su preciosa sangre; que fue concebida sin pecado original; y Dios, por los méritos de la pasión, muerte y resurrección de su hijo, le aplicó los beneficios de la redención, al momento de su gloriosa concepción, aplastando las fuerzas del demonio en el mismo instante, preservando así del pecado original.

Abraham que, recibiendo la gloriosa promesa de multiplicar el número de sus hijos, como arena y las estrellas del mar, además de bendecir todas las familias de la tierra por medio de su simiente; es decir por medio del Mesías, del linaje de David, Dios creó un receptáculo santo, donde fuera concebido por una mujer Santa, preservada del pecado de Eva y los efectos de la Muerte.

Por eso, hoy nos llenamos de Santa alegría, y nos sumergimos en el misterio de nuestra propia redención pascual. Dios se ha hecho hombre, para que, por su hermosísima sangre, podamos gozar, los seres humanos, de la participación en la categoría del divino linaje, por su gracia y el poder del Espíritu Santo.

Entremos, pues, bajo el poder de la misma gracia que preservó a María del Pecado Original, de la misma manera, y por el mismo Espíritu Santo, y la intercepción de la Virgen Inmaculada, y podamos nosotros gozar de la salvación, del perdón de nuestros pecados y de la vida eterna.

El sufrimiento, los achaques, el estrés de la vida moderna y las tentaciones del maligno no tienen ya dominio sobre nosotros, cuando invocamos con corazón sincero, al Espíritu Santo la misma gracia con la cual María fue preservada del mal, para que así, nosotros alcancemos la inocencia perdida el día de nuestra muerte, de la misma manera que ella la alcanzó, por el Espíritu Santo, sin perderla, desde su concepción.

Dejemos la vida mundana, el liberalismo, el espiritismo, las supersticiones, las falsas doctrinas y las interpretaciones erradas del evangelio.

Trabajemos duros en la purificación moral de nuestras conductas, con gratitud de que a pesar de nuestras dificultades para alcanzar los grados Santos de la vida cristiana, tenemos, al menos, un camino de luz ejemplar y perfecta por donde guiarnos, Jesús, el Mesías de Israel, al que mataron los sumos Sacerdotes, entregándolo a Poncio Pilatos, a una muerte ignominiosa. También tenemos incontables ejemplos de santos, el magisterio de la iglesia, y la intercepción perfectísima de la Inmaculada Virgen María.

Vayamos por esa ruta, ama a Dios cada día más, y obremos con caridad para con el prójimo. Que el amor sea, siempre, un vivo y verdadero reflejo del misterio de esta solemnidad. Amando transformamos al mundo.

Y en un mundo de chisme, de peleas y de odio, solo el amor nos salva.

¡Amémonos unos a otros!


Oración:

Dios Padre todopoderoso, que nos regalaste la inmaculada siempre virgen María, concédenos por su intercepción, la limpieza del pecado, para alcanzar la vida eterna con la misma gracia, con la que a ella, la preservaste desde su concepción.

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