Hostos sustituye el mundo de las ideas concebido por Platón, para constituir lo que él llamará “mundo moral”, lugar donde según él, habitan las ideas morales, y que por ende provienen de una realidad cuyo origen está en la razón, y que sirve para marcar una diferencia entre los objetos materiales y los objetos inmateriales que, nos permiten identificar los objetos materiales en el orden físico. No existe ninguna idea que no sea moral —asegura Hostos— de modo que, llamaremos ideas morales a todas aquellas representaciones mentales de hechos, realidades y fenómenos que corresponden al orden moral.
Al leer los primeros capítulos del Tratado de Moral de Eugenio María Hostos, podemos identificar rápidamente el lado ontológico de la filosofía del maestro puertorriqueño; el dualismo ontológico de Eugenio María de Hostos consiste en separar la realidad en dos mundos que juntos constituyen el todo de la realidad, tenemos por un lado el mundo físico donde se encuentra la materia y por el otro lado tenemos el mundo moral, donde habitan las ideas morales, las formas o esencias subsistentes de las cosas, por lo tanto, podríamos decir que si en el orden físico existen cosas bellas, en el orden moral tenemos la belleza en sí misma, la máxima idea de belleza, de modo que podemos identificar cosas bellas en el plano físico, gracias a que tenemos una idea preexistente de lo que es la belleza en sí misma.
A la hora de leer a Hostos debemos ser un poco precavidos, puesto que, en Hostos, idea no quiere decir lo mismo que nosotros entendemos por ideas, nosotros entendemos por idea, algo que se nos ocurre, algo que está en la mente, sin embargo, para el maestro puertorriqueño, las ideas existen con independencia de nosotros, es decir, no necesitan ser pensadas para existir. La existencia de las ideas morales se puede probar experimentalmente por medio del lenguaje, es decir, a través de la formulación de palabras, tales como Dios, alma, inmortalidad, derecho, virtud, justicia, entre otras tantas expresiones de realidades, de razón, de sensibilidad o de conciencia, o en otros términos, son expresiones de ideas formadas directamente por la razón, como la de Dios y Alma, o mediante la sensibilidad o la conciencia, como otras tantas ideas que no tienen ninguna correspondencia con las realidades físicas.
El orden de la naturaleza física se manifiesta en nosotros a través de lo visible y lo palpable, en cambio, la naturaleza y los fenómenos morales, solo pueden ser percibidos por nosotros a través de los sentidos, de no ser por los sentidos, la naturaleza física podría estar actuando eternamente sin que los seres humanos la percibieran y mucho menos la conociera. De modo que, si reconocemos que existen dos formas de existencia, entonces deberíamos estar de acuerdo en que debe haber una forma de vida física y otra forma de vida moral, corresponderá entonces, a la vida física todo lo que involucra a la materia y sus modos, para la naturaleza moral será completamente distinto, esto, porque ella se subdivide en varios agentes: el mundo moral, la realidad moral y los fenómenos morales, que, en sí, no son diferentes en esencia.
Los objetos del mundo moral son: la alegría, la tristeza, la unidad, el espacio, el tiempo, etc…
La realidad moral no debe verse diferente al mundo moral, puesto que son semejantes en cuanto a objetos, por eso, acá tenemos el vicio, las virtudes, las actividades y proyectos de vida.
Los fenómenos morales en realidad, ordenan los dictámenes de la naturaleza moral en tres fenómenos: fenómenos intelectuales, fenómenos afectivos y fenómenos volitivos.
Hostos reconoce que, dentro de la existencia física, existen manifestaciones del ser humano y el mundo que le rodea, que, si bien pertenecen a esta naturaleza, no son de ninguna manera perceptibles; a pesar de que tienen todos los caracteres de la vida, puesto que son estímulos constantes de la misma vida material. Los tres fenómenos mencionados antes, pueden tener otras tantas vidas particulares dentro de lo que corresponde al orden moral, de modo que no está mal decir entonces: vida intelectual, vida afectiva, vida volitiva, entendiendo que la primera se refiere al conjunto de los fenómenos intelectuales, la segunda, al conjunto de los fenómenos afectivos y la tercera, al conjunto de los fenómenos volitivos.
-Edwin J. Peña
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