Por: Manuel Bidó Mateo
Por lo que se observa en su poesía, es evidente que no leen a Cavafis, a Eugenio Montale, a Ted Hugues, a Emily Dickinson, a Octavio Paz.
En estos jóvenes poetas abunda el lugar común, la estrella de sus creaciones; y sobre todo las historias endebles propias de una experiencia a medias, de un vínculo líquido (pensemos en Zygmunt Bauman) con el mundo. En el poema "Amanecer", del libro La luna de Nueva York de José María Plaza, se leen estos versos:
"La luna no es una estrella, / pero brilla más que ellas".
Al facilismo tradicional que algunos han enrostrado a la poesía (a diferencia de la novela o el relato), se añade este otro facilismo típico de una forma exprés de resolver el argumento de un género por lo común asociado a las grandes reflexiones del espíritu.
Otro aspecto de la nueva poesía es esa forma del coloquialismo que raya en lo narrativo a secas, libre de la identitaria plasticidad de la poesía narrativa clásica. Lo vemos en Rupi Kaur:
"salí del escenario
al terminar el espectáculo
y recé para que el desconsuelo
dejara de comerme viva
estaba enferma
y fingí no estarlo…"
(Fragm. del libro Todo lo que necesito existe ya en mí. Seix Barral, 2021)
Cuando revisamos el ranking de la poesía más vendida en España en los meses más recientes, saltan a la vista nombres como los de Defreds, Miguel Gane, Manu Erena o Rayden. Desde sus títulos (siempre editados en casas de prestigio) se puede deducir la falta de ambición, incluso algunos, como Defreds, reniegan de la poesía con expresiones como “Yo no soy poeta”. Salidas de este tipo parecen justificar un proceder “creativo” de naturaleza lúdica, en el cual se apueste por lo menos denso y retórico. Veamos un ejemplo de Defreds:
CÓMO ENCARAR UNA TORMENTA
A veces llueve
tan fuerte en nuestra vida
que no nos valen
de nada los paraguas.
Mejor tirarlos
para empezar a bailar.
Aquí nos enfrentamos a una composición de temática diluida: se puede pensar en la resiliencia, en la fuerza de voluntad, en la imperturbabilidad recomendada por el orientalismo, pero expuestas de una forma simple, para lectores de nuevo cuño muy cercanos a la moda light. Y todo ofertado desde un minimalismo que busca la comprensión urgente de una idea milenaria, obviando cuestiones de la experiencia o vivencialidad.
En el poema “Se acabó” de Manu Erena (nacido en 2005), leemos estos versos:
Se acabó
lo que hacía que siguiésemos juntos,
sabiendo que todo esto
era simplemente algo efímero.
(Del libro Consecuencias de decir te quiero. Plan B, 2021)
Lo que para poetas hoy consagrados fueran alguna vez escarceos sentimentales, son para los jóvenes poetas de redes sociales el plato fuerte de su creación. Cabe preguntarse si sus intereses no buscan llegar más que a los lectores de su misma generación (Zillenials), quienes por sus señas de identidad son consumidores de contenidos cuyas exigencias cognitivas no sean retadoras.
Lenguaje liberado de rigor metafórico, líquidas historias de amor adolescente, dicción básica, lugares más que comunes, filosofía light para consumo rápido, brevedad como forma de reducir el poema a la urgencia aforística. Todos estos aspectos de la nueva poesía parecen apostar a eso: a lo nuevo, si no se le quiere ver de otra manera. No obstante, queda pendiente la posibilidad de su permanencia, o de su influencia en las actuales y nuevas generaciones de chavales. O puede que como todo lo actual, efímero, apunte a esa condición sin remedio.
Son mucho más que estos los ejemplos que se pueden extraer de la poesía emergente que hoy copa las grandes editoriales y encabeza ventas masivas. No obstante, para el poeta ansioso de formarse en la sólida expresión lírica, quedan las poderosas voces de la poesía eterna: Blake, Whitman, Baudelaire, Valéry, Neruda.
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