Por: Edwin J. Peña
Con el fin de contribuir desde este pequeño espacio con la memoria histórica de nuestro país, hago saber a nuestra generación, misma que suele recrearse en el emblemático Parque nombrado en honor a Duarte que, hubo un viejo chisme que escandalizó la conciencia pública nacional en la última década del siglo XIX (1893). El origen de este chisme se debió a la negativa de ciertos ciudadanos de Santo Domingo, a la idea de erigir una estatua de Juan Pablo Duarte en el parque que lleva su nombre.
Ciertos ciudadanos esclarecidos de aquel tiempo, dirigieron una carta al ayuntamiento de Santo Domingo, donde pedían la realización material de una estatua en honor al patricio Duarte. Esta propuesta, levantó de inmediato la antipatía de ciertos personajes también esclarecidos de aquel entonces, quienes cogieron como pretexto el acto justiciero y reparador de que erigir una estatua únicamente a Duarte cuando había otros grandes próceres de la independencia, era —entre otras cosas— injusto. Obviamente, detrás de esta negativa estaba la familia Sánchez y sus simpatizantes, quienes entendía que Sánchez estaba por encima de Duarte en méritos y magnitud. No es raro entonces, que cuando se le pidió a Juan Francisco Sánchez (hijo del patricio Sánchez) que apoyara el proyecto, este lo declinara diplomáticamente con las siguientes palabras: «…no puedo moralmente contribuir a ningún acto de justicia que no sea esencialmente distribuido o que deprima el nivel histórico en que se han sabido colocar a otros próceres de nuestra nacionalidad por sus hechos y por sus sacrificios. […] conviene dejar unidos e igualados en la tumba a los que quisieron ser iguales e inseparables en la vida». Este conflicto y la influencia que ejercía la familia Sánchez sobre el gobierno de Lilís, fue lo que retrasó el proyecto, siendo Rafael Leónidas Trujillo quien pusiera fin a la disputa con el levantamiento en 1930, de la estatua que hoy decora el Parque Duarte. Resulta doloroso admitir que, hacía finales del siglo XIX, la oposición al proyecto de erección de una estatua a Duarte fue de tal magnitud, que transcurrieron más de 35 años para que la nación presenciara por primera vez un homenaje de esa categoría en honor al Fundador de la República.
Por otra parte, a Félix María del Monte, quien a la sazón presidía la junta directiva que propuso la idea de rendir homenaje a Duarte con la erección de una estatua, le pareció extraño que Juan Francisco Sánchez se opusiera al proyecto, por eso se dirigió a él en estas palabras: «La junta Directiva que presido se ha enterado de la comunicación de usted, de fecha del 28 del pasado, en la que indirectamente niega usted su apoyo moral y su concurso material al proyecto de erección de una estatua al insigne patriota don Juan Pablo Duarte, Fundador de la República. La opinión pública hoy y la historia mañana, son las llamadas a decidir si obró usted acertada o erradamente, negándose a cooperar con los dominicanos a erigir un monumento en honor del hombre a quien su padre distinguió como amigo y veneró como caudillo»
Sabemos que cuando se abordó el proyecto en el Congreso Nacional, hubo un diputado que se refirió al mismo con las siguientes palabras: «Con este paso se ha querido manchar la dignidad nacional. Su propósito, al pedir una estatua a Duarte, ha sido maligno, nada más que para insultar la memoria de Sánchez y Mella. Repito que un grupo —con ideas malignas— fue el que concibió la erección de una estatua al prócer iniciador. Pido, pues, que se niegue la autorización para la erección de esa estatua».
Alejandro Angulo Guridi, autor de la primera novela escrita y publicada por un dominicano, se expresó con respecto a este conflicto en una carta dirigida a José Gabriel García, donde le decía entre otras cosas: «¿Por qué, pues, elevar un monumento a Duarte pretermitiendo a Sánchez? […] yo traté a Duarte en 1864, viajamos juntos […] y me formé la solidad convicción de que, si bien era un patriota sincero, y hombre horrado, no tenía ni pizca de hombre de valor bélico».
En cambio, hubo quienes como Máximo Gómez, libertador de Cuba, vio como normal la idea de erigir una estatua en honor a Duarte, por eso escribió: «En todos los países se han alzado monumentos para eternizar el recuerdo de sus libertadores, como tributo de justicia que se le debe. Por eso hoy la República Dominicana se propone pagar la deuda de gratitud que tiene contraída con el benemérito patriota que fundó su nacionalidad, y ha resuelto erigir una estatua que perpetúe el nombre de Juan Pablo Duarte».
También Rafael Deligne, quien tiene el mérito de haber sido entre nosotros el primer crítico literario tal y como esa disciplina se concibe y se practica en nuestros tiempos, dijo lo siguiente: «Únicamente he intentado probar lo cierto y relativo de esas verdades, esto es, que todo con uniforme trabajo convence en la relación que es justa y patriótica la idea, recomendada por la junta constituida en la ciudad de Santo domingo, de elevar un monumento a Duarte».
Buscando zanjar el conflicto, hubo quienes —malintencionadamente— propusieran la idea de elevar una estatua del Padre Billini en el centro del Parque Duarte, lo cual lejos de disipar el conflicto, lo acrecentó, por ello, Andrés Freites se pronunció con estas palabras en el Congreso Nacional: «Bien miradas las cosas no había una sola razón para que se colocase la estatua del Padre Billini en la plaza Duarte, y había muchas para que se erigiese la del decano de los fundadores de la República. Rechazar a Duarte de esa plaza era hasta inferirle una ofensa. Llevaba su nombre; había sido el teatro de su primer triunfo…». La estatua del Padre Billini, terminó decorando la pequeña plaza que lleva su nombre, ubicada en la calle Arzobispo Meriño de la ciudad colonial.
Para concluir, agregaré una nómina con los nombres de aquellos ciudadanos que firmaron la carta en la que se le pedía al ayuntamiento, erigir una estatua en honor al patricio, por el contrario, también impregnaremos una lista, con los nombres de aquellos que se opusieron al proyecto.
FIRMANTES: a favor
Emiliano Tejera, —José María Pichardo, —Francisco y Federico Henríquez y Carvajal, —Félix María Delmonte, —Apolinar Tejera, —Eugenio Marchena, —Álvaro Logroño, —Pedro Valverde y Lara, —Joaquín Montolio, —José Joaquín Pérez, —Jacinto de Castro, —Juan Bernard, —Manuel Pina y Benítez, —Domingo Rodríguez Montaño, —J. Brenes Ruíz, —Cesar Nicolas Penson, —Miguel Joaquín Alfau, —Nicolas Rodriguez, —Félix E. Mejía, —José Joaquín Pantaleón, —Andrés Pérez, —A. Licairac, —J. G. García Monte Bruno, —Braulio Rafael Alardo, —Mauricio Alardo, —Eduardo Soler, —José Ramón Luna, —Emilio Prud’Homme, —Dr. Lyon, —Julio Rocha, —Rafael María Leyba, —Manuel Jimenes y Ravelo, —Manuel de Jesús García, —Enrique Cohén, —Nicolas H. Pichardo, —Pedro Spignolio, —Luis López, —Rafael J. Castillo, —Tomás Sanlley, —Enrique Peynado, —Pbro. J. E. Otero Nolasco, —Salvador Otero Nolasco, —Santiago Pelaez, —Salomé Ureña, —M. A. Machado, —A. J. Montolio, —Martín Rodriguez, —Ignacio Guerra H., —Julio E. Pimentel, —Aristides Rodriguez Castro, —Mario Saviñón, —Francisco Manuel García Rodriguez, —Rafael Alburquerque, —Andrés Julio Aybar, —F. R. Aybar, —Vicente María Vallejo, —Luis A. Weber, —Aristides García Gomez, —Arturo B. Pellerano, —M. de J. Pellerano, —Francisco J. Peynado, —Manuel Gil Pichardo, —Fermin Rodrigo González, —Ángel Perdomo, —José Santiago de Castro, —Isidoro Bazil, —Gerardo Herrera, —Francisco Emilio Martínez, —Valentín Meriño, —Alejandro Herrera, —Juan Elías Moscoso, —José María Pérez, —Miguel A. Morín, —Paulino Castillo.
OPOSITORES: en contra
—Juan Francisco Sánchez (hijo de Sánchez), —Félix Mariano Lluberes (excuñado de Duarte) —Mariano Cestero.
Libros consultados:
1- Leónidas García Lluberes, Critica histórica.
2- Alcides García Lluberes, Duarte y su época.
3- Pablo Mella, Los espejos de Duarte.
4- José Gabriel García, Obras Completas volumen 7. Banreservas.
5- Juan Daniel Balcácer, Vicisitudes de Juan Pablo Duarte.
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