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Carta abierta a un genio llamado Enmanuel Peralta escrita por un perro llamado Enmanuel Peralta I

Por: Enmanuel Peralta


“Es usted un genio” terminó su última carta en tono de burla, después que en cada párrafo me llamó “ un perro”. Y para tu saber, yo mismo me considero ambos. Aunque sea un actor, mi padre, que era peluquero con cierta afición por el arte, me decía que tenía mejor talento para la escritura. Y le creo. Pues los actores somos muy burdos y carecemos de la genialidad de los escritores. Aunque usted dentro del gremio de escritores geniales, es una excepción. Pues es usted un puerco. Mi padre, quien era el único que me admiraba y que tenía unos gustos finísimos por las letras, me encomendó antes de morir que me dedicara a escribir. Pero si fuera muy inteligente escribiendo, sería muy malo actuando. Y viceversa.

Yo no quiero convertir mi respuesta en dime y te diré; pues me limito a llamarle,  puerco. No  como respuesta vengativa al hecho de que me haya llamado perro.  Pues me ha insultado con palabras mucho más groseras: perverso, polimorfo, anarquista, excelso, surrealista, divino, déspota supremo que rompe con todo, poseído de un delirio celosamente dionisiaco. Sin embargo sus palabras más me halagan que me insultan. Se había ahorrado todo eso con llamarme cristiano. Más aún lo único que realmente me ha dolido, es la última oración de su carta: “Es usted un genio”. Y no porque sea mentira, sino, más bien, porque carece de seriedad al decirlo. Y eso es inadmisible. 

Sin embargo, lo único que me he autoproclamado es monárquico, pero no políticamente, sino metafísicamente, porque soy apolítico total.  Si saliera un partido monárquico jamás participaría. Tal vez si surgiera un partido enmanueliano, sentiría cierta tentación, sin embargo, mientras más pasan los años me considero menos enmanueliano. A medida que me admiro más, y leo más mis propios libros, dejó de ser enmanuelino. He decidido ser más de otro renglón, aunque confieso que antes sentía una gran admiración por mi mismo, y solo veía por mi mismo, y solo hablaba de mí mismo, en términos inventados por mí mismo.  

Si no hubiese impresa la burla en sus últimas palabras “es usted un genio” nos hubiéramos ahorrado esta enemistad entre usted y yo.

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