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URSS: Unión de Repúblicas Socialistas de… Sudamérica

Por: Josías Estepan Gil


“Si el norte fuera el sur”, así dice aquella famosa canción del cantautor Ricardo Arjona, tema donde expone con algo de fantasía, sátira y algo de verdad cómo sería nuestra América Latina si tuviera las características de cultura y desarrollo que tienen los Estados Unidos de América, recreando una versión en lo económico, político y social de nuestros propios “Estados Unidos de Latinoamérica”. Del mismo modo en que lo hace aquel artista nosotros también podríamos poner a volar la imaginación y recrear un mundo utópico, una realidad alterna donde el bloque soviético sea nuestra América Latina.

La Unión soviética fue el país más grande del mundo y la segunda potencia económica y militar del planeta durante gran parte de la historia posterior a 1945 y hasta su caída en 1991. Hace más de 30 años aquel bloque estaba formado por 15 repúblicas que conformaban entre ellas una federación. Lo interesante en este mapa político es la disparidad en tamaño y población de estas repúblicas, siendo Rusia, por mucho, el territorio más grande de entre todas y a la vez nos encontraríamos con pequeños estados como Estonia, Lituania o Moldavia con una superficie territorial y población muy inferiores. En nuestro mundo alterno tendríamos algo parecido, Brasil sería aquella gran nación dominante hoy en día representada por Rusia, Colombia sería un buen candidato a comparar con Ucrania, tanto por sus recursos naturales como por el tamaño de su población, aunque en este puesto Argentina también podría competir dado que al igual que Ucrania era granero de la URSS Argentina lo es de América del sur. En términos de geografía podría haber una similitud interesante entre las Guayanas y las repúblicas bálticas, tanto en forma, tamaño y continuidad, aunque en términos de desarrollo económico quien mejor representaría a estas sería Uruguay. Ecuador podría ser una especie de Azerbaiyán, Paraguay alguna de los 5 “tan” mientras Argentina, en lo referente a su tamaño podría ser Kazajistán. Fuera de ahí ya sería difícil asignar comparaciones que coincidan lo suficiente entre las exrepúblicas soviéticas y los países de América del sur.

Alguno se preguntará el porqué de no incluir a toda América Latina y la respuesta es que esta distopía está inspirada en los recientes cambios en América del sur en cuando a como esta región ha mirado hacia la izquierda y ha abrazado las ideas socialistas y socialdemócratas, pero lo más importante: no quiero arruinar el acróstico. Pero sin duda alguna América latina debe ser vista como un único bloque a la hora de ser examinada de modo que podemos hablar de toda la región, aunque no haya habido cambios tan importantes al norte del Darién como lo ha habido para el sud-continente de América del Sur en los últimos dos años en lo relacionado al surgir de nuevas personalidades de izquierdas que tomen el poder.

Desde hace muchos años hemos visto la presencia de la izquierda dura en Cuba, el bastión del socialismo “clásico” en el hemisferio occidental, pero con los años surgió el “socialismo del siglo XXI” en Venezuela, luego hemos visto como país tras país termina cayendo en manos de políticos de izquierdas, de modo que hoy día tenemos buena parte de América Latina bajo el manto de izquierda, tenemos a Díaz Canel en Cuba, AMLO en México, Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, Castillo en Perú, Arce en Bolivia y este año surgieron tres nuevas figuras: Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras y Petro en Colombia. Ecuador y Uruguay tienen gobiernos de derecha, sin embargo, hace solo unos pocos años la izquierda dominaba en ambos países. En Brasil hoy día gobierna la derecha, pero las recientes encuestas sobre las próximas elecciones a celebrarse en pocos días parecen indicar que Lula Da Silva podría volver al poder. Si esto último fuera el caso prácticamente tendríamos un mapa “rojo” en América del sur con la excepción de Ecuador, Paraguay y Uruguay, y en general para toda América Latina. Tendríamos la “nueva URSS” en suelo americano, algo impensable hace 50 años, durante la Guerra Fría.

El destino que han escogido los latinoamericanos, no obstante, tiene diversos matices, por un lado tenemos una izquierda dura y dictatorial representada por Cuba, en materia económica aún bajo las ideas clásicas de Marx o Lenin, sin las reformas posteriores que se implementaron en otras naciones (como China o Vietnam), tenemos un socialismo más abierto en materia económica en Venezuela y Nicaragua pero que, sin embargo, son motivos de preocupación por la poca garantía democrática que estos países representan. Tenemos un socialismo populista (México) y hasta conservador en materia moral en Perú, una izquierda estatista en Argentina y toda una serie de variadas características en el resto de los países. En el caso de Colombia estamos aún por ver qué nos depara Petro pero su reciente discurso en la ONU nos da una pista de su tendencia a ser un poco alejado de las posturas tradicionales y dictatoriales.

Una característica general en la mayor parte del socialismo latino es un rechazo en mayor o menor grado de las políticas de “Occidente”, en particular de los Estados Unidos. Se tiene a ver a esta nación con cierto recelo dado las invasiones del pasado o su dominio sobre esta región; algunos van más atrás en el tiempo y culpan a España de la imposición de una cultura cristiana y de la exterminación de la población nativa en buena parte del continente. Algunos gobiernos tienden a apoyar las políticas de Rusia o China, antagonistas de Estados Unidos, a fin de tener el favor de estos países que guardan en común la hostilidad con la potencia del norte. Otros gobiernos se mantienen neutrales en temas como la invasión de Rusia a Ucrania y otros son más proactivos y critican abiertamente a Rusia, como tal es el caso de Gabriel Boric, presidente de Chile. Y es este último el que marca, al parecer, un tipo de izquierda al estilo europeísta donde las líneas de división no son por cuestiones económicas sino más bien por temas de democracia, una izquierda que respeta más a un país de derecha democrático que a un país de izquierda autoritario.

Algunos países como Argentina han bailado tanto con la izquierda como con la derecha de forma tan seguida que no han permitido desarrollarse de forma continua y duradera una política que garantice estabilidad a la inversión. Otros países como Colombia recién estrenan su primer presidente socialista, un país marcado por décadas por las luchas con guerrillas de izquierdas.

Los problemas económicos, la desigualdad, la falta de oportunidades, la corrupción, los abusos del poder, la delincuencia, todos estos son factores que han llevado a los latinos a cambiar de rumbos y elegir gobiernos y gobernantes con diferentes fórmulas de gobierno distintas a la tradicional. También está el factor del progresismo social y moral que se promociona mucho en las redes sociales, los medios de comunicación y desde organismos internacionales y que atrae a las clases medias y acomodadas, temas como el ecologismo, la justicia social, las diversidades sexuales y de género, el cambio climático, el indigenismo, la raza, etc. Tal como en los años 60 o 70 en América Latina se ha levantado una generación intelectual que busca ser parte de una ola de cambios, ya no sólo a niveles de cambios económicos sino también a niveles morales, sociales y ambientales, una izquierda que propone la equidad y que en sus planes de gobiernos no sólo están la redistribución de la riqueza sino también la discriminación positiva, cambiado el estándar de igualdad de oportunidades por el de igualdad de resultados.

Mucho de la última ola de izquierda viene de problemas importados de otras naciones, unas veces coincidiendo o adaptándose a las realidades locales latinas pero otras veces no, por eso vemos a personas hablando de igualdad de género en países donde muchas veces las mujeres tienen un papel importante en la fuerza laboral, de raza en países con una variedad étnica heterogénea y donde la raza no es tanto un problema. Lo peligroso es que estas ideas importadas tienden a crear los problemas al traer las soluciones.

El socialismo del siglo pasado fracasó en la URSS, era insostenible en el tiempo, era contrario a la naturaleza humana de libertad. A esta nueva izquierda latina tampoco se le puede pronosticar demasiado éxito a menos que dé un paso atrás e implanten dictaduras como Maduro, Ortega o Cuba; más temprano que tarde sus gobernantes se darán cuenta que en sus países no hay suficientes ricos a los cuales subirles los impuestos y sustentar sus planes sociales y los impuestos tendrán que ir al pueblo, verán que primero hay que crear la riqueza antes de “repartirla”, se darán cuenta que las políticas raciales son divisivas (solo hay que ver los resultados de la consulta popular de la nueva constitución en Chile) y que el ecologismo extremo resta recursos a la actividad económica pero por lo general tienden a ser demasiados testarudos como para recular y dar marcha atrás. Pero el pueblo no es tan testarudo y no tiene reparos en cambiar de gobierno en cada elección si así se lo propone.

Josías Estepan Gil

Santo Domingo, 1989. Arquitecto de profesión, titulado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Amante de la lectura, la escritura y los debates de intercambios de ideas, con especial interés en las áreas de teología, ciencias naturales, tecnología, historia, macroeconomía y geopolítica.

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