Por: Edwin J. Peña
El desmantelamiento de la concepción aristotélica de la naturaleza social del hombre, fue el factor primordial para establecer las bases del pensamiento político de Thomas Hobbes, quien buscaba adoptar un punto de partida radical e individualista que sustituyera la supuesta sociabilidad natural del ser humano; si para Aristóteles el hombre era un ser social por naturaleza, para Hobbes, el hombre era un ser egoísta, demagogo y malvado por naturaleza; sociables son las abejas —decía Hobbes— trabajan por un fin común, no tienen orgullo, no quieren destacar una sobre otras, no compiten, ni quieren aprovecharse de sus compañeras, obviamente, esto no ocurre con el hombre, de modo que, si imaginamos una situación en la que los seres humanos han de satisfacer sus intereses en un entorno natural escaso y compartido, y sin estar integrados aun en un mundo social, articulado por normas que representen intereses colectivos, es fácil concluir que cada cual tendrá tomar a todos y cada uno de los demás como un competidor hostil, un enemigo potencial. Cada uno ha de buscar su bien en un mundo de recursos escasos, y sin reglas que definan lo mío y lo tuyo, el resultado sería de una guerra de todos contra todos, un estado constante de guerras; se desataría algo similar a lo que ocurre en la película “La Purga”.
Este punto de vista radical, lleva a Hobbes a sustituir la imagen del hombre como un animal político a la imagen del hombre como un ser polémico; el hombre es una fiera rapaz, rapaz para con los de su misma especie, el hombre es un lobo para el hombre “Homo homini lupus”, según Hobbes, el estado natural de los seres humanos es la de un estado de hostilidad universal y permanente, donde el desarrollo de las facultades intelectuales —entiende Hobbes— reside en su deseo de poder. Cada persona busca garantizar su propia conservación y la satisfacción de sus deseos, es esto lo que conduce a la competencia y a la desconfianza.
La consecuencia que Hobbes deduce de su análisis sobre la naturaleza humana, es que sin un estado que ejerza su poder sobre todos, los hombres vivirían en guerras unos contra otros por obtener el control; en esta situación de guerras de todos contra todos, no hay ley ni justicia, y nadie puede asegurarse el fruto de su trabajo, ni las condiciones de una vida confortable. Es lógico —decía Hobbes— que el hombre quiera superar este estado de guerras de todos contra todos, pero la paz solo se puede obtener mediante la organización de la sociedad, de modo que, el miedo a no sobrevivir y la vulnerabilidad de los seres humanos, los llevó inevitablemente a la creación de un estado, donde se verían obligados a la cooperación mutua y tendencias sociales, lo que justifico la presencia de un soberano investido de un poder absoluto, que por medio de su gobierno los proteja de ellos mismos y les garantice seguridad, este soberano será llamado por Hobbes como “El leviatán” y su antagonista será el temible “Behemoth” la guerra civil.El desmantelamiento de la concepción aristotélica de la naturaleza social del hombre, fue el factor primordial para establecer las bases del pensamiento político de Thomas Hobbes, quien buscaba adoptar un punto de partida radical e individualista que sustituyera la supuesta sociabilidad natural del ser humano; si para Aristóteles el hombre era un ser social por naturaleza, para Hobbes, el hombre era un ser egoísta, demagogo y malvado por naturaleza; sociables son las abejas —decía Hobbes— trabajan por un fin común, no tienen orgullo, no quieren destacar una sobre otras, no compiten, ni quieren aprovecharse de sus compañeras, obviamente, esto no ocurre con el hombre, de modo que, si imaginamos una situación en la que los seres humanos han de satisfacer sus intereses en un entorno natural escaso y compartido, y sin estar integrados aun en un mundo social, articulado por normas que representen intereses colectivos, es fácil concluir que cada cual tendrá tomar a todos y cada uno de los demás como un competidor hostil, un enemigo potencial. Cada uno ha de buscar su bien en un mundo de recursos escasos, y sin reglas que definan lo mío y lo tuyo, el resultado sería de una guerra de todos contra todos, un estado constante de guerras; se desataría algo similar a lo que ocurre en la película “La Purga”.
Este punto de vista radical, lleva a Hobbes a sustituir la imagen del hombre como un animal político a la imagen del hombre como un ser polémico; el hombre es una fiera rapaz, rapaz para con los de su misma especie, el hombre es un lobo para el hombre “Homo homini lupus”, según Hobbes, el estado natural de los seres humanos es la de un estado de hostilidad universal y permanente, donde el desarrollo de las facultades intelectuales —entiende Hobbes— reside en su deseo de poder. Cada persona busca garantizar su propia conservación y la satisfacción de sus deseos, es esto lo que conduce a la competencia y a la desconfianza.
La consecuencia que Hobbes deduce de su análisis sobre la naturaleza humana, es que sin un estado que ejerza su poder sobre todos, los hombres vivirían en guerras unos contra otros por obtener el control; en esta situación de guerras de todos contra todos, no hay ley ni justicia, y nadie puede asegurarse el fruto de su trabajo, ni las condiciones de una vida confortable. Es lógico —decía Hobbes— que el hombre quiera superar este estado de guerras de todos contra todos, pero la paz solo se puede obtener mediante la organización de la sociedad, de modo que, el miedo a no sobrevivir y la vulnerabilidad de los seres humanos, los llevó inevitablemente a la creación de un estado, donde se verían obligados a la cooperación mutua y tendencias sociales, lo que justifico la presencia de un soberano investido de un poder absoluto, que por medio de su gobierno los proteja de ellos mismos y les garantice seguridad, este soberano será llamado por Hobbes como “El leviatán” y su antagonista será el temible “Behemoth” la guerra civil.
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