Por: Enmanuel Peralta


Amados lectores:

Con paciencia en estos tiempos de extrema dificultad para alcanzar plena concentración y publicar mis escritos, vuelvo a dirigirme con cariño y respeto a través de ellos a mis distinguidos lectores, compañeros en el arte, correligionarios y amigos de distintas universidades. Paz y bien a todos.

Estos días son muy especiales (les hablo a modo personal), porque se acercan las celebraciones de las fiestas pascuales durante la Semana Santa. Lo cual hace más especial aún meditar sobre el amor en todas sus manifestaciones vitales, desde lo más ordinario hasta lo más sublime. Cabe, en medio de nuestra presente historia, preguntarse hasta en lengua italiana: che cos’è l’amore?

Pasemos a la conferencia. Hace falta un concreto sentido común, realista y verdadero para que se pueda deslindar lo que hoy se ha de entender por la palabra amor en sus dimensiones más profundas. Soprattutto, el verbo conjugado amar, no como filólogos, más bien como quien lleva esa palabra como bandera en su corazón. Y, exactamente, estas reflexiones vienen con el objetivo de amar, y de amar mejor. No solo un recuento de lo que es por definiciones filosóficas, ni mucho menos dar vuelta sobre lo que es amar según los sabios de hoy en día. Sino, qué cosa es amar, y de inmediato, entender el verbo amar por sí mismo en su realización en la vida humana intrínsecamente, para que, al deleitarse el alma de profunda meditación, pueda empezar una vivencia más profunda, sin caer en el precipicio de la caricatura. No hemos venido para hacer disquisiciones simples, ni discusiones parloteras con ruidos de aves al caer la tarde. Hemos traído nuestras almas a meditar para conocerse a sí mismo, en situaciones concretas de la vida ordinaria donde hace tanta falta un amor eficaz, luminoso y resplandeciente. Es decir, saber pronunciar con hechos y no solo de palabra: te amo.

De paso, rechazamos las ideas superfluas y populares, en el mal sentido de esta última palabra; y sobre todo las vagas y nauseabundas frases de columnas, muros y páginas que muchas redes sociales enarbolan. Fruto, quizá, de la débil mentalidad de estos tiempos. Como por ejemplo, el sentimentalismo rechoncho de esas frases que se escuchan o se leen llenas de grandielocuentes palabras de baratijas pseudo poeticas; o las que se encuentran en baladas y bachatas de romanses apasionados pintadas con colores chillones, que ocultan tristeza, hambre de suicidio, desordenes, lascivia y vacios existenciales en su nucleo constitutivo. Esto se suele confundir mucho con el amor, aunque algo se halla en esencia detrás de esas melodías de luto permanente. Y este luto, melódico, amoristico, lo hemos padecido muchos de nosotros. Por suerte no llegamos a usar la soga, ni el cuchillo ni el café envenenado, ya que, gracias a que hemos salido del Egipto del baladismo rechoncho, por ello, estamos haciendo estas reflexiones.


Si frecuentamos con imaginación los lugares comunes del alma ranchera, bachatera, sonera y baladera, intentando ver con profundidad el espíritu de estos días, con penetración profética, podemos ver con más facilidad el andar danzando de las almas en penas, en esos amoríos baldíos, por riachuelos de pasiones desorbitantes, ojos lacrimosos por la añoranza de un amor perdido; aunque se viva con el marido–o esposa–. Se puede ver el alma quemante, picara y traviesa de estos tiempos. Exactamente como también lo ha sido en otros; nido y caldo de las sensaciones más superfluas que pululan hasta en los huesos de todas las almas soneras. Pareciese que, Cupido andase atravesando pechos con su saeta mortal a diestra y a siniestra, en todo momento y a todas horas, con deseos fantásticos, amores empedernidos, codicias intensas de amores prohibidos y la emocionante elucubración mental de encarnar historias apasionadas que vemos en la tele, en novelas e historietas. Hasta en la vida real. Nuestras o de otros, más o menos novelescas que nos influyen durante toda la vida como un presente continuo de recuerdos vivos y alegremente amargos sin futuro concreto, y sin final. De momento parece apagarse, aquella llama fulgurosa de ávidos deseos de amor, pero que, vuelve y se enciende como la dinamita a la espera de una chispa. Con tan solo pequeñas treguas, en una batalla acuartelados. Sin embargo, la aflicción en las aristas del alma, dejada, después de un mar de placeres amargos, como las danzas de los antiguos cultos a Venus, los correligionarios borrachos de placeres, de imaginaciones, de aromas dispersos y diversos, cantando la violenta desesperación de la libido, a ritmo de la angustia y tocando melodiosamente la lira de la culpa que vendrá más tarde, dejando llagas y la carne flácida, sin respuesta ante la realidad imperante que cupido nos hizo olvidar con sus misterios iniciáticos.

Ahora, con el corazón agotado y triste, los ojos melancólicos y húmedos, queda imposibilitada la razón para captar la esencia y la simplicidad de lo que pudo haber sido el amor verdadero y no lo fue. Cupido parece haberse ido volando, y la tal Venus ha dejado las almas de sus adoradores envenenadas, arrastrándose por los polvorientos atrios de su templo, entre cuerpos desnudos, ofrendas y libaciones de vinos, corriendo muy roja la sangre de los sacrificios ofrecidos, los adivinos malolientes los menjunjes supersticiosos, con mezclas de perfumes y sudor de bailarines; caras enajenadas mirándose unos a otros diciendo qué va a pasar después.

En un mundo al que las almas se enfrentan hoy, en el devenir concreto de la historia individual y ordinaria, donde el culto a Venus ha vuelto nuevamente, disperso en distintos tipos de manifestaciones, donde las almas contemporáneas, con sentimientos y emociones cada vez más difíciles de entender, cabe preguntarse seriamente: che cos’è il vero amore?

Repito en castellano: ¿qué cosa es el verdadero amor? Ya pudimos reflexionar, más arriba, poéticamente, algunos fallos del culto a venus. Al menos vislumbramos algo, de la poesía del falso amor. O para no clasificar de falso amor, pongamosle, el turbulento amor o La babel del amor. Cosa que no es nueva, pero que hoy en día está muy latente, difícil de aprehender en sus manifestaciones tan diversas y complejas. Pero nosotros sabemos, que estas percepciones del amor están constituyendo un problema muy notorio en el alma, que se refleja luego en las relaciones humanas, y luego, como ya estamos viendo en una manifestación social. Quizás peligrosa, pero ya tendremos tiempo para meditar personalmente, lo que eso que llamamos amor tiene de peligroso.

Ahora veamos otro ejemplo de lo que no es el amor. La tentación de la cosmovisión postmodernista sobre el amor, podría ser, tender hacia un amor que es solamente universal, un vago y cálido amor por toda la humanidad. Dickens nos presenta, en su novela Bleak House, un personaje “muy cristiano” Mrs. Jellyby, quien tenía una ‘filantropía telescópica’, porque no podía ver nada que estuviera más acá de África. Amaba a los africanos en general, pero ni siquiera se percató de la existencia de sus propios hijos. La filantropía telescópica, es la tentación de estos tiempos para los que desean superar el ego. Pasar del egoísmo hacia el amor telescópico es una actitud épica que no resuelve nada Y nos engaña bastante, ya que podemos sentirnos, buenos; buenos no, más bien, buenísimos tan solo por simpatizar con el África, o simpatizar contra la guerra, o con el pasado de cierto grupo etnico de nuestra historia. Tampoco suele ser amor eso.

Tampoco, como algunos planes de la Organización Mundial contra el Hambre(FAO), que hace algunos 30 años creó un plan para acabar con el hambre en el mundo, plan que se realizará a la “perfección” en el año 2205. Más o menos por esa fecha, según recuerdo aquel pedazo peridico viejo que leí, y que anunciaba con estruendo la “magnanimidad” de aquel macaneo universal de las Naciones Unidas(ONU). Y cada año hay más hambre y más renovación del plan.

Con estupideces de un simple hombre como las de Mrs. Jelleby y su amor telescópico por el África, así como las asombrosas estupideces de más de quinientos Senores Jelleby, funcionarios de la FAO, son amores que yo no los quiero ni cerca de mi. Espero que también ustedes, sientan el mismo desprecio por el Mrs. Jelleby y las FAO.

Pero, deja de dar vueltas Enmanuel, ¿Qué es, entonces, el amor?

Paciencia que necesitaba desahogarme antes de que intentemos explicar las cuestiones más simples de un amor verdadero. Primero la apologética, después doctrina segura, dicen los filósofos; de tal manera que no nos dejará errar ni andar descaminado, no solo en estas apologéticas anteriores contra il falso amore, sino que, seremos más asertivos sobre lo que sí pensamos acerca de lo que ha de ser el amor. Y lo que siempre ha sido, y en esencia lo que es, actual, el verdadero amor en términos contemporáneos. Siguiendo la recomendación de los santos padres, y los grandes místicos de la cristiandad, no yerra en su doctrina sobre el amor, aquel que medita en la Crucifixión del Señor Jesucristo. Partamos de este gran amor, como puerto segurísimo para navegar bien en los mares del amar y sus mareas continuas.

El amor sacrificial y la persona humana como oblación ha sido muy mal interpretado en estos tiempos, tantos por los romanticos cristianos, que exageran sus virtudes heroicas sin realismo alguno, como también aquellos, que menospreciando toda cruz del acto de amar, resuelven todo, con un me voy, me largo, o no aguanto más. Petiscos.

Migala es un canal de Youtubers historiadores, filósofos y psicólogos mexicanos, en pleno apogeo y expansión sobre historia crítica universal, creando extensos podcast sobre distintos temas desde los lentes de las distintas épocas históricas. Estos sabios contemporáneos publicaron, hace cerca de un año, un podcast sobre la historias de las concepciones del amor desde la antigüedad hasta la postmodernidad. Donde hicieron un acercamiento crítico al medioevo cristiano y su concepción del “amor sacrificial”. Pero pecaron de falta de profundidad, ya que, primero limitaron la edad media a la geografía de Europa, error garrafal de muchos historiadores y filósofos. Segundo, limitan la concepción cristiana del amor de forma unívoca, y hasta ciertas burlas sobre el término “amor sacrificial”. Fe de erratas. Ni el medioevo esta compuesto por solo Europa, ni la europa cristiana ha sido nunca unívoca. Lo que sí ha sido, es tremendamente dura con la objetividad del amor: el amor es ante todo obra, no emociones. Solo en el cristianismo esta concepción del amor, o “amor sacrificial” como le llaman en Migala, sin más. No es una condición sine qua non, el amor no fuera amor. Pero es más que claro, que el amor total, pleno y absoluto, además brillante, es aquel “amor capaz de dar la vida por sus amigos”. Una oblación. Estas no siempre han sido las reflexiones y prácticas particulares, lo que sí ha sido, es que este amor que emana de las palabras y la obra de la Crucifixión de Cristo, es la fuente de donde partió toda reflexión cristiana profunda sobre el amor, de la cual se nutre, y es la idea, perfectísima, a la cual tiende. Los mártires y los santos son un ejemplo de ello. Pero yo no soy un mártir ni un santo. Así que, veamos seis enunciados de mi doctrina–que no es mía, sino que la robe de un papa y la adapte– y revolví en mi reflexión sobre el amor, manifestado en cualquiera de sus estados: el matrimonio, el noviazgo o la amistad, así como en el servicio de un alto funcionario, de un empresario o de un “simple” limpiabotas; cura o monja, sabio o bruto. Cualquiera que en sus cabales tenga corazón humano y elementales principios de sentido común.

Yo les llamo, el amor de la ópera operante, que, opera en cada obra concreta, más se abre las gracias naturales del corazón del ser humano, y sobre todo tiende a su perfección en los misteriosos dones sobrenaturales que emana de la liturgia y de los sacramentos. Veámoslo con simplicidad estos seis principios y de un modo muy personal.

1. Evitar hacer el mal. Los mandamientos suelen criticarse mucho en su forma negativa, por ejemplo, No matarás. Dicen los psicólogos modernos que, el “No” puro y simple incita al mal. Cosa extraña y chocante para muchos rabinos judios que expresan que el mandamiento negativo tiene muchos más méritos que el asertivo. Pero mi intención no es volver al modelo disquisitivo que usamos más arriba. Sino aclarar, la importancia del amor. En evitar el mal. Pues si hay un bien mayor que se le pueda hacer a aquel a quien se ama, ha de ser, evitar a toda costa hacerle mal. La obediencia seca de un mandamiento, ley penal, o incluso de conciencia, no se puede ver como un amor sentimentalista, sino que es en definitiva, un verdadero amor racional, de conciencia; es una obediencia férrea a la propia conciencia, y al mandamiento divino. Prefiero a un Sinsentimiento que me deje vivir , que uno que me mate con su grandiosa bondad.
Negarse a uno mismo al maltrato, al insulto, al ultraje, al chisme, a la difamación, calumnia o la injuria, es mucho más provecho para la persona que es objeto de tu amor, que herirla aunque demostraras tus mil emociones sentimentalistas con frases de Pablo Neruda o de Octavio Paz. Evitar hacerle mal al otro, de pensamiento, palabra y omisión. Pues abstenerse de hacerle mal, es el primer bien que se le puede hacer al depositario de nuestro amor. La humanidad te lo agradecerá algún día. Y tu pareja también.

2. Haz el bien sabido. No basta el amor con abstenerse del mal. Lo cual es muy justo. A la persona amada, hay que hacerle bien. Y así se aleja el alma mucho más de la posibilidad de hacerle mal a la persona depositaria de nuestro amor. Ocuparse tanto a la tarea de amar, de servir con fervor y deseo intenso por el bien de la persona o personas a la cual tu amor va destinado, que no quepa el mínimo espacio para ocuparlo al mal pensamiento. Amar los detalles con los cuales les manifiestas ese amor. Ya que “No matarás”, al prójimo‒ ni a tu esposo‒, dedícate a darle vida en abundancia. Entrega natural, según el estado de vida, resalta sus cualidades, su belleza, no solo de palabras sino con acciones concretas. Sin importar su condición social o económica. Dedica largo tiempo a observar lo bueno, bello y verdadero que hay en la persona. Todo esto es un amor muy concreto. Y sabiduría coloquial además. Una de las formas más potentes de dar vida, es respetar la dignidad de aquel a quien se ama. El respeto a la dignidad de mis cercanos es de un valor incalculable. Ellos nunca lo olvidaran. Tu pareja tampoco. Ni tu vecino de al lado.

3. Subsidiariedad(descuento). Una de las formas más concretas de amar, incluso a los desconocidos, es el principio de subsidiariedad. Sobre todos aquellos que sabemos que se le dificulta la adquisición de un bien o servicio importante en su vida, o en un momento determinado. El subsidio o descuento no solo en el ámbito económico y las relaciones comerciales, ni mucho menos me refiero al ámbito estatal. De modo personal, el descuento es siempre dar más de lo convenido. Devolver por encima del billete con el cual te paga. Siempre da algo más. Más barato, más asequible. Deja que quien se te acerque pueda obtener tus servicios y tus bienes sin dificultad, sin burocracias, ábrete profundamente al otro. Subsidia. Es alivio el yugo de cada día de muchos. Uno puede ser ese alivio. Hasta subsidiar a nuestro compañero de trabajo en las faenas que le son propias, o en el hogar. También, puede ser, que hasta tu pareja te lo agradecerá.

4. Gratuidad. Se ha perdido el sentido de lo gratuito. “Todo tiene un precio” dicen los padres de la economía moderna. Para que un alma realmente sea flexible al amor, debe detenerse, como el buen samaritano, ante aquel que lo necesita, y al que no también. Dar el ejemplo del desapego absoluto con la gratuidad. Darse todo entero, por amor. Sobre todo, tomar en cuenta que la gratuidad más profunda es aquella que cae en manos de aquel que más lo necesita.

5. La magnificencia y la munificencia. El alma magnánima, siempre esta abierta a remunerar, reconocer, a amar con actos, con palabras y regalos(munificencia) aquellos que le conmueven. La magnanimidad no es gratuita, es agradecimiento universal, a una criatura por lo que ha hecho, para ti en lo personal, o por como te conmueve. Pero también por lo que ha hecho en la sociedad, por los demás. Por su labor, por sus años de servicio, por lo que es y lo que representa como ser humano. El amor premia. Y cuando se premia a los demás, el corazón se hace magnánimo.

6. La ternura. Es el estado del alma, abierto, a seres concreto lo cual provoca, el enternecimiento de los demás. La ternura es la piedad o religiosidad del ser humano hacía otro ser humano. Es sonreír, estar, escuchar, abrazar, besar y sonreír al otro. Sin ternura el amor sería algo espantoso. La ternura lo recrea todo. Prestar atención, sin prisa y sin desprecio al otro. No hay nada que la ternura no alcanzara.
Conclusión. El ritmo de vida y el vértigo del tiempo parece que lo enreda todo, y no nos da espacio para reflexionar sobre estas cosas. Deberíamos gastar una vida en tan solo aprender a amar.

Enmanuel Peralta, ermitaño metropolitano. Desde mi celda, saludos cordiales. Tratado dedicado a Yarlin Peralta

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