Por: Ryan Santos
Pedro Peix, de cuyo autor es dicho cuento, (con su sólida narración experimental), nos desmenuza, a través de los personajes que su pluma ideó; la represión que sufrió en carne propia el miembro del gabinete de la sangrienta dictadura Lotario Montaño y Carvajal.
Lotario Montaño y Carvajal, era un secretario del Estado que, al igual que muchos otros más, formaba parte de la familia presidencial (vana palabra). Un día, al cansarse de ver tantos maltratos hacia el oprimido pueblo, decide renunciar a su cargo pensando en que todo el país contribuiría con sus ideales, y es ahí donde nace su servidumbre. A través de las publicaciones realizadas en el Foro Público —centro de difusión donde los grandes intelectuales aliados a Trujillo le expresaban, entre comillas, sus glorias como todo un Dios encallado en la isla de Santo Domingo, además de dar a conocer lo que acontecía con sus funcionarios—, le hicieron creer a todo el país que el notario Lotario Montaño fue despedido por robar. Desde el lunes por la mañana, empezó el infierno de toda la familia “Carvajal”, cuando le pincharon sus cuatro llantas a su lujoso vehículo. Al desastroso acto, le siguieron las recriminaciones por doquier a su esposa, abuso sexual y verbal a su adolescente hija, golpizas propinadas a sus hijos en la escuela, basura en toda su casa, corte del agua potable y de la luz eléctrica, etcétera. Cuando la familia decidió abandonar a Lotario Montaño y Carvajal por no pensar en una posible solución, nuestro personaje, a pesar de poseer ciertos pensamientos libertarios, se vio en la obligación de humillarse nuevamente a la dictadura. ¡Todo una burla! Al día siguiente, ya su auto estaba nuevo, las bombillas de la casa resplandecían como nunca, las palabras obscenas habían sido eliminadas de las paredes de la marquesina, nuevos trajes de vestir habían llegado de una prestigiosa lavandería.
Lo que más nos ultraja es que, (y a los correctores de estilo que me perdonen), el pueblo dominicano de aquel entonces, que desde el 1821 ha sido maltratado por un radical pesimismo, al parecer era ciego del heroico hecho de valentía que quería realizar el notario Lotario Montaño y Carvajal, ver su propia liberación de las garras de Rafael L. Trujillo.
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