Por: Fernando Hiciano
La violencia escolar constituye un problema sumamente grave en el Sistema educativo dominicano. Erradicarla es el gran desafío que debe enfrentar las autoridades con el concurso de todos los actores de la escuela. Desarrollando una fuerza mancomunada que dé pie a una convivencia, basada en la civilización de la paz que es el gran ideal del género humano. Este mal social que afecta profundamente la convivencia es capaz de echar por la borda los posibles logros del aprendizaje de la educación, generando bajos rendimiento académico y obstruyendo la calidad educativa.
Se agrava más cuando se convierte en sistémica, debilitando significativamente los objetivos de los planos didácticos. Desde un ángulo egocéntrico, se aprecia como si la manera más normal de conquistar la cosa obedeciera a la ley del más fuerte con el fin de crear un estado de sumisión y complicidad con todo el entorno social.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO) el pastel de los tipos de violencia se divide de las siguientes maneras: el robo (39,4%), seguida de la violencia verbal (26,6%) y de la violencia física (16,5%)
El país con violencia escolar más violento era Argentina. Ahora es México, detrás figuran Perú, Costa Rica y Uruguay. Mientras que la República Dominicana y Costa Rica son los peores en acoso escolar.
La escuela es el espejo de la familia, y el mejor contexto para observar el comportamiento en la primera célula social del Estado. ¿Pero, la familia es la culpable o víctima de este producto humano o robotizado que envían a las aulas?
El confinamiento por la pandemia debido al Covid-19 produjo serios desequilibrios emocionales en los estudiantes, y estos a su vez, lo han traducido en un cuadro negativo respondiendo violentamente en la escuela.
La violencia escolar se entiende como toda agresión realizada dentro del ambiente de las instituciones educativas, la cual puede expresarse de distintas formas de actores que conforman la comunidad escolar. Dicha actitud violenta no se puede dejar prolongar en las aulas. Los profesionales del comportamiento humano deben desarrollar estrategias contundentes para erradicar esa inconducta del estudiante o de lo contrario, el futuro de la sociedad será tan oscuro como el mismo abismo. Desarrollar programas de convivencias humanas debe ser un eje transversal que permee todas las asignaturas escolares. Responder rápidamente a este fenómeno podría evitarse el ausentismo, la deserción escolar, inseguridad infantil, baja autoestima, humillación, marginación de los grupos de trabajo. ¿Puede un estudiante aprender con una tensión emocional que acopla todo su pensamiento lógico?
La violencia es aprendida, y por tal razón los niños arrastran este desequilibrio, imponiendo su razón a fuerza de confrontaciones ilegítimas, obviando las bondades de la comunicación y afectando todo el entorno social.Son múltiples las causas que provocan la violencia escolar y se torna más crítica cuando es recurrente, amenazando la integridad de todo el entorno que lo contiene. Hay diversas formas de ejercerla, que van desde la parte verbal, física, psicológica, sexual hasta emocional, pero ¿la violencia es solo ejercida por partes de los estudiantes en contra de sus compañeros?
En los últimos años también se han visto involucrado algunos profesores, haciendo algún tipo de violencia en contra de sus alumnos. Y aunque esta práctica siempre ha existido, esta vez, ya se sabe con el despertar de la información, que el silencio por respecto o miedo era una forma cruel del profesor imponer sumisión en los alumnos para no ser denunciado a las autoridades. Desde la familia y la escuela se deben educar al individuo basado en el amor, el respeto a los demás y el cultivo de la sana convivencia con todo el entorno social.
Ya hemos dicho en otros artículos que parte de nuestra sociedad (adulta) está siendo invadida por un proceso de descomposición social, experimentando una involución, producto del alto consumo alcoholismo, de estupefacientes, además consumidores del morbo en las redes sociales, poniéndose de manifiesto la concupiscencia y el hedonismo de manera compulsiva. Todo ello, impuesta por la Comunidad Internacional a los Estados en desarrollo, mientras estos son permisivos, dando apertura a dejar pasar a un transculturalismo desenfrenado, accionada por pseudos grupos que nada importa para las buenas costumbres de las sociedades, porque la industria del consumo de la pornografía es un negocio tan lucrativo como el de las drogas. Todo ello, afectando directa e indirectamente, y generando algún tipo de violencia en la escuela.
Muchas personas pecan con acusar solo a la familia de la violencia que vive la escuela, pero todo está bien claro. La primera familia es el Estado, y si este no controla, ni fiscaliza los contenidos tóxicos en los medios de comunicación la familia a su vez seguirá siendo la gran víctima de la sociedad. Aquellos contenidos con altos niveles de violencia es obvio que la familia se irá debilitando considerablemente y no tendrá bases éticos para dirigir a sus miembros. ¿Podemos prohibirles a nuestros hijos la compañía en la escuela de otros niños que vemos sin régimen en la calle? Esta es una realidad que no se puede aislar, ni verse con la vista gorda.
Las pandillas que escenifican trifulcas violentas en los barrios muchas veces son llevadas a la escuela, mientras los maestros muestran miedo a la hora de tomar control por temor a represalias por parte de los chicos y verse agredido en la calle. Y, de hecho, muchos profesores han sido amenazados por estudiantes. En una entrevista que nos concedieran las autoridades de un liceo en San Francisco de Macorís, demuestran mucho temor en ese centro escolar por la gran influencia que ejerce el FALPO con algunos estudiantes que se tornan agresivos, pero son dejado sin corrección porque estos encuentran apoyo de ese sindicato. Y cuando las autoridades notifican o preguntan a los padres si tienen conocimiento de que sus hijos pertenecen a ese gremio, todos han mostrado desconocimiento, lo que da a entender que también la mayoría de los progenitores se han desconectados de sus hijos.
En los últimos tiempos se han escenificados en todo el país cruentos pleitos de estudiantes contra sus mismos compañeros, otras veces de maestros con sus alumnos, y luego son subidos a las redes sociales y medios de comunicación de uso masivo por parte de los escolares y a veces hasta del mismo personal que presta servicio allí se hace cómplice de la trifulca en plena violación a la Ley del Menor, sin que ninguna de las autoridades haga sometimientos judiciales o emplacen a quienes incentivan la violencia con tales promociones. No podemos echarle leña al fuego, ni menos mostrar miedo si se trata de mantener la paz en la escuela, es decir, la paz del futuro, o si no todo será un caos.
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