La toxicidad en la literatura dominicana se alza desde los altos edificios, desde los delincuentes que pretenden robar los méritos de otros, hasta los que pretenden ser anti-sistema. Los blasfemos, los envidiosos, comentaristas haters, los malopalabrosos, bufones, titiriteros, magos, hasta los que tienen sus puestecitos.
La literatura dominicana, por mucho, y por encima de las virtudes que han fomentado muchos jóvenes, aun nos encontramos en un ambiente bastante toxico. Nos enfrentamos a una rivalidad literaria poco sana. A ciertas acciones que desprestigian los lazos de futuros escritores. Nos encontramos dando gloria a escritores que tienen una cultura de desprestigio. Sujetos que parecen más influencers de un corral de asesinos, enviando a sus lobos acribillar ovejas.
Nos enfrentamos a debates pocos serios, a cobardes que huyen del debate público, de los cuales se ganaron su fama haciendo controversia como una estrategia publicitaria con intenciones personales. Un amigo hizo referencia de la problemática: “Los escritores españoles de hoy no me parecen buenos, aunque disfrutan de un gran público, entre ellos se apoyan: comparten sus obras, se comentan, se ayudan, lo que precisamente no pasa aquí en R.D y que necesitamos”.
Otros alardeando de su profesión, sean editores, críticos, o viven de alguna forma de las letras, sienten el derecho, llevado más allá de su orgullo, a difamar a los nuevos talentos. Sienten decir, de manera vulgar, y personal su opinión, alegando que es una crítica objetiva y profesional. Tienen un aire de anti-sistema, cuando en realidad son unos pseudointelectuales, antivalores e idiotas que solo les interesa que le acaricien el ego. No aportan una solución al arte apenas en ciernes del individuo. No lo empujan, aunque en este solo exista solo un espejismo de lo que en verdad quiere. Es el cáncer de la actual la literatura dominicana.
Siento decir que muchos tratan de volverse sus adeptos para sobresalir y debutar con todos los de la ley. Muchos que rayan en lo patético, que de forma indiscriminada están buscando esa aprobación. El apoyo que les dan no es sincero, terminan pasando por donde humillan a los ingenuos.
Admiro los debates que eran impulsado por la ignorancia del otro, o la brillantez. Tomaban lo mejor de su arte para dar una crítica rotunda, era más un reto intelectual, y una forma, igualmente ingeniosa para dejar en ridículo al otro, pero no esa mezquindad y acto delictivo que tienen algunas personas que quieren llevar a cabo un pleito de barrio.
Pero el tiempo dirá a donde llegará la literatura dominicana, hay muchos jóvenes consientes que están aportando a la misma, y otros que están a punto de dar su mejor paso, pero debemos deshacernos en cierta medida de esta hierba mala.
–Saúl Torres
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