Nihil novum sub sole, dijo Salomón. Nihil novum sub sole: nada hay nuevo debajo del sol. Y muchos siglos después el gran dramaturgo alemán, Johann Goethe, dijo que debemos ser cuando menos tontos para creer que podemos pensar algo que otro no haya pensado antes.  Y José Martí nos dijo que todo está dicho, pero las cosas siempre que son sinceras son nuevas. ¡Menos mal! Y Rubén Darío refuerza el planteamiento de Martí, cuando dice que ser sincero es ser potente;/ de desnuda que está, brilla la estrella.

Las posturas Salomón-Goethe y Martí-Darío parecen opuestas, pero si soslayamos los extremos, veremos que no existe tal contradicción. No debemos usar el nihil novum como excusa para dormirnos en lugares comunes que solo revelan falta de rigor, pero tampoco debemos enfrascarnos en una búsqueda inútil de la absoluta originalidad, de tal modo que sacrifiquemos la belleza, la sencillez, la pureza y la claridad. Pues, es harto sabido que hay escritores muy originales, pero porque escriben puras estupideces.

La originalidad consiste en ser uno mismo. Sin caer en lo absurdo, debemos aspirar, por lo menos, a no parecernos a nadie. Esto se logra −y disculpadme la obviedad− procurando ser uno mismo, lo cual no debería ser un problema, dado que, como dijo Kempis, somos lo que somos, es decir, seres únicos, con cualidades y caracteres que nos diferencian de todos los demás. Por eso, se es original inconscientemente, pues uno es lo que es sin proponérselo.  Dicho esto, se hacen oportunas las siguientes palabras de Oscar Wilde: Sé tú mismo. Los demás puestos están ocupados. Esto me parece el meollo del asunto. Solo puedes ser original siendo tú mismo, pues si sales de tu papel, inevitablemente pasarás a hacer el de otro, reduciéndote a ser un simple imitador. Y es mejor ser la peor versión de uno mismo, y no la mejor de otro.  

Yo creo que ser original es más fácil que no serlo, por la misma razón que es más fácil ser uno mismo que ser otro. Pero el hombre postmoderno actúa como si no le interesara encontrarse, ser él mismo. Siempre hay alguien al que queremos parecernos, y casi nunca nos detenemos a pensar: «he aquí la persona que quiero ser: yo». Por eso creo que la falta de originalidad tiene que ver directamente con la falta de la identidad.  Pero dejémosle eso a la psicología.

Para continuar con el tema, veamos estos versos de Ricardo Pérez Alfonseca:

¿Cómo hacer para ser original, cual lo eres?

−Ser como eres, y solamente como eres.

Natural en los hombres es el ser diferentes,

(las hojas de un mismo árbol son todas diferentes)

 y la contranatura es querer ser iguales:

 tan solo en apariencia son los obres iguales.

Y eso es la diferencia: originalidad:

¿por qué negar, entonces, la originalidad?

No imites: no eres simio; origina: eres hombre;

 el poeta no es nunca el hombre, sino un hombre.

Tremendo. No ser original es antinatural, pues el hombre es original por naturaleza.  La imitación es propia de la mediocridad que nos contagian los otros. Por algo decía Sartre que el infierno es el otro. La originalidad es la cualidad esencial del buen estilo. Pero, ¿cómo se logra la originalidad? Respondo: escribiendo con palabras propias y naturales, sin cliché; evitando el estilo mecánico formado a base de parchos del diccionario; escribiendo de manera personal, sincera, de acuerdo al propio temperamento y carácter.

En fin, ¿de qué originalidad hablo? De ser uno mismo. Plasmar nuestra idea de la manera más personal posible. Es la única originalidad que conozco. Nihil novum sub sole, por eso la originalidad no surge del fondo, sino de la forma. Ese es el gran desafío al que se enfrenta todo escritor: decir de forma nueva lo que ya otros han dicho.  Nos vemos en una próxima entrega.

-Miguel Contreras

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