(A Pedro Carreras, in memoriam)

La última vez que estuve en Santiago   Rodríguez, recibí de Pedro Espinal, los dos libros en que se reúnen las décimas de su padre Josián Espinal. El primero de estos libros, «El olor de mi campiña», se publicó en febrero de 2010; el segundo, «La vaquita de Emiliano», en junio de 2017. Ambos tienen un prólogo de Pedro Carreras Aguilera. 

Leí los libros en la misma semana en que me fueron entregados y desde ese momento pensé en dedicarles una serie de artículos en los que analizaría algunos asuntos que me parecían interesantes.  He postergado mucho, pero creo que ha llegado el momento.

Sobre la calidad formal de la poética de Josián Espinal creo haber dicho suficiente en mis «Notas inoportunas» otrora publicadas y generadoras de insospechadas polémicas. Mantengo mi palabra. Pero no vengo a hablar de eso.

He dedicado este trabajo a Pedro Carreras no para sumar algo a su memoria, pues él se fue con un nombre más que hecho, sino porque fue su pluma la que engendró el término «décima espinala», mismo que vengo a proponer como nombre oficial de la décima al estilo Josián Espinal.

Tengo algo de duda respecto a si Pedro Carreras llamó «espinalas» a estas décimas a propósito, o si solo se trató de un lapsus calami (lapsus clavis, quizás sea más preciso), pero la evidencia me inclina a pensar en la segunda posibilidad, ya que son demasiadas las ocasiones en que Carreras dice «espinela» en lugar de «espinala», como se supone que debía escribir de ser consciente de del cambio.   Un error como este se comete bastante fácil y es entendible, pues se trata de palabras parónimas derivadas de palabras parónimas (Espinel=espinela; Espinal=espinala). 

De entrada, en el primer párrafo de su prólogo a «La vaquita de Emiliano», escribe Carreras: «Josián Espinal se catapulta como uno de nuestras mejores “espinalitas” dominicanos». Pero no va muy lejos para meter, en el mismo párrafo, la palabra «espinelas»,

Luego, al final del segundo párrafo, escribió «espinalitas», para en el quinto párrafo volver a decir «espinelas» y continuar con «epinelista» (sic) y «espinela» en el décimo sexto.

De manera que, como es evidente, a veces nuestro ensayista usa de forma intercambiable los términos «espinela», «espinalista», «espinelitas», pero llega un momento en que se decide por «espinela» y su familia léxica. ¡Qué pena que no se decidió por «espinala»!

Está de más decir que la décima espinela fue nombra así, en honor a su creador, Vicente Espinel, por el fénix de los ingenios Lope de Vega. Y que es una décima de estructura abba. accddc. Es decir: dos redondillas unidas por un puente de dos versos. Esta décima debe tener pausa en el 4to verso.  Hemos demostrado en trabajos anteriores que las décimas de Espinal no cumplen los requisitos básicos para ser espinelas.

¿Significa esto que no son décimas? ¡De ninguna manera! Lo que significa es que no son décimas espinelas, así como no lo son las décimas de doble quintillas y otras tantas inventadas antes y/o después de Espinel. No son espinelas, pero sí son décimas, y Don Pedro Carreras, aunque probablemente por error, como ya he dicho, no nos ha legado el nombre: «Décima Espinala». Espinala, por Espinal.

En nuestra cultura popular ha habido personas, y las hay todavía, que sin haber estudiado la Métrica como Ciencia Literaria que se encarga del estudio de la versificación, cantaron y/o escribieron décimas.  Y algunos lo hicieron con magistral soltura, sorprendiendo a más de un estudioso.   ¿Y cómo es esto posible? Lo es gracias a que, como dice Tomás Navarro Tomás, el octosílabo es la máxima unidad fónica de la lengua española. La unidad de respiración ininterrumpida más larga de un enunciado en español. Es decir, hablamos en octosílabos. Por eso hay gente que, sin saber de Métrica, crea coplas octosilábicas. No ha de sorprendernos que El Quijote empiece con un octosílabo sin que el autor se lo propusiera —arguyo—; y no ha de sorprendernos que algunos campesinos al talar un árbol entonaban al son del hacha melódicas coplas octosilábicas. ¡Oh, misterio develado! Podríase decir que respiramos en octosílabos.

Nuestros juglares cantaban, decían y escribían versos octosílabos, pero carecían del rigor técnico que solo puede adquirirse con años de concienzudo estudio y exhaustiva práctica. La irregularidad era común.  El esquema de rimas no era fijo. Si bien podían crear una décima isosilábica, muy a menudo los versos no cumplían con las ocho sílabas métricas. A veces lograban buenas rimas, pero muy a menudo alteraban el orden y/o sustituían o mezclaban las consonantes con las asonantes. Todo eso, sin lugar a dudas, por desconocer los fenómenos de la Métrica.

Josián Espinal está entre ellos. Pero esto no resta para nada valor a su trabajo, sino que, al contrario, hace que lo admiremos más: incluso los que dicen tener cierto conocimiento del arte de escribir suelen cometer algunos de esos errores o más. Josián Espinal cantó su entorno y lo hizo de la mejor forma que pudo. En él hay ecos de flores y árboles, aromas de campo. Nostalgia.

¿Por qué llamaremos décima espinala, en honor a Espinal, a este tipo de composición, si antes de él ya se había cultivado? Se me ocurren dos razones principales:

1.     El Josián Espinal hay una sinceridad única a la hora de escribir. Él no presume de poeta y en más de una ocasión confiesa con sinceridad y belleza arrobadoras que no «entiende esa cuestión» de la métrica. He aquí un ejemplo:

«Yo canto sin ton ni son

mi tonada campesina

porque si me hablan de rima

yo no entiendo esa cuestión».

1.     En Espinal se nota un esfuerzo sostenido por retratar los problemas sociales de su tiempo, por describir su entorno. Y lo hace sin más herramientas que su intuición y su ingenio.

2.   El apellido de Josián (Espinal) se parece al de Vicente (Espinel), así también las décimas del uno tienen cierto parecido con las del otro. Y es a las décimas de Espinal que el ensayista Pedro Carreras llama «décima espinala». De manera que todas las décimas, escritas antes o después de Espinal, si tienen las características que describen en el siguiente párrafo, son décimas espinalas.

¿Qué es, entonces, la décima espinala? Trataré de fundar una definición.  Coplas de diez versos, por lo general octosílabos, que puede variar en el número de sílabas. Las rimas suelen ser consonantes, pero también pueden ser asonantes o mixtas. Puede tener pausa en el cuarto verso, pero esto no es un requisito, como en la espinela.

Dicho esto, y después de agradecer a Pedro Espinal por haberme obsequiado los libros de su padre Don Josián Espinal, y Don Pedro Carreras por revelarnos el binomio «décima espinala», (¡bendito yerro!) me despido con dos décimas espinalas que me gustan:

«Según la opinión de Quin,
de todita las familias,
solo dejaron a Lilia
la señora de Cufín,
porque resulta que, al fin,
según dice Israel Caba
Emiliano solo estaba
con una idea en su mente,
y era de ayudar la gente [1]
que más no lo necesitaba».
(De «La vaquita de Emiliano»)
«Entender el canto mío
resulta un poco difícil,
porque tiene sus raíces
a donde nacen los ríos,
allá arriba donde el frío
se muestra más inclemente,
allá, donde hay tanta gente
que existe, pero no vive,
pues si no toman jengibre
no hay nada que los caliente». [2]
(De «El olor de mi campiña»)

[1] He omitido la preposición «a», para que el verso tenga el ritmo regular de los otros.  El verso original dice: «y era de ayudar a la gente». Se me ocurren, por lo menos, tres formas en que este verso pudo corregirse sin que cambie su esencia. La mayoría de estas décimas no están muy lejos de un ritmo perfecto, pero se necesita un buen trabajo de corrección.

[2] Aquí he trabajado un poco la puntuación.

Miguel Contreras

(Dajabón, 1994): profesor de Lengua y Literatura, poeta, metrista, editor, ortotipógrafo, crítico literario y profesor de Oratoria. Ha publicado los libros “Poemas a la medida”, “El amor y otros poemas”, y “El libro que no quería ser escrito”. Actualmente vive en Santo Domingo, capital dominicana, donde se dedica a leer-escribir, enseñar-aprender, y vivir-morir. Ha introducido a la poética algunos nuevos subgéneros, como el Terquintesio, el Soneto contreriano y la Décima contreriana.

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