«Sé que la resurrección es un hecho, y el escándalo de Watergate me lo demostró. Estaban inmiscuidos 12 de los hombres más poderosos del mundo, y no pudieron mantener una mentira durante tres semanas. ¿Me va usted a decir que 12 [humildes] apóstoles pudieron guardar una mentira durante 40 años?»
-Charles W. Colson
Uno de los acontecimientos históricos más atacados es la resurrección. Esto se debe, quizás, a que dicho acto es el centro del cristianismo, ya que «si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe». (1 Corintio 15: 14) Sin la resurrección el cristianismo no se podría sostener. Es más, si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo no existiría. He aquí la importancia capital de este tema.
Muy a menudo se acusa a los cristianos de practicar una fe ciega, pero la verdad es que nuestra fe está basada en la evidencia, nuestra fe es razonable, lógica, deductiva. Más ciega es la fe de los que creen que Jesús no ha resucitado, pues la evidencia a favor de la resurrección es abrumadora. De manera que, quienes creemos, hemos sido convencidos por la evidencia.
Hay muchas razones por las cuales puedo creer en la resurrección sin tener que remitirme a la fe, pero como no quiero extenderme demasiado, por el momento, citaré solo un caso: el testimonio de los discípulos. Y es que, exceptuando a Juan, todos los discípulos murieron como mártires, por predicar la resurrección de Cristo. Esos hombres estuvieron dispuestos a morir antes que retractarse de sus afirmaciones: que Cristo era el hijo de Dios, murió, resucitó, y ascendió al cielo.
Los discípulos no tenían muchas ganas de morirse, lo demostraron cuando Jesús fue arrestado: todos huyeron para salvar sus pellejos. Pero luego vemos que Pedro, Andrés, Felipe, Bartolomé, Jacobo, hijo de Alfeo, y Simón Zelote, murieron crucificados, Tadeo fue blanco de flechas, Mateo y Jacobo, hijo de Zebedeo murieron a espada, y Tomás fue atravesado por una lanza. ¿Qué hizo que ese grupo de cobardes y traicioneros dieran sus vidas por el que antes habían abandonado? Algo grande debió haber sucedido y creo que Pedro y Juan nos lo dicen: «no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad». (2 Pedro 1:16). «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos». (1 Juan 1: 1-2)
Estas citas nos revelan que quienes anunciaban la resurrección habían sido testigos. Habían visto, oído, y palpado. Esas experiencias habían sido más que suficientes para despejar cualquier duda. Recordemos que los discípulos no eran niños crédulos dispuestos a creer cualquier cuento de camino. El mismo Jesús había recriminado la poca fe de ellos. De hecho, cuando les dijeron que la tumba estaba vacía, no lo creyeron y corrieron para contactar las evidencias. (Lucas 22 :11). Pero incluso después de ver la tumba vacía, hubo quien no creía y no creería hasta que pudiera ver con sus propios ojos y tocar con sus propias manos.
Esto llevó a que el Cristo resucitado se le apareciera a Tomás, que no estaba solo, y le dijera que lo tocara. Entonces, el que dudaba no tuvo más opciones que creer. (Juan 20: 24-31). Esta gente fue convencida por la evidencia. Y de este Tomás escéptico, sabemos que murió como mártir por anunciar la resurrección de Cristo. Estaba convencido por la evidencia.
¿Y qué tal Pedro? Todos sabemos cómo negó a Cristo tres veces, y sabemos de su miedo a que lo relacionaran con Cristo. Sabemos que, como todos, huyó cuando arrestaron a Jesús (Marcos 14: 50). Sabemos que demostró ser un cobarde. Pero algo pasó en su vida, pues poco tiempo después de la crucifixión, emocionado, predicaba en Jerusalén, y su mensaje era que Jesús era el Cristo anunciado por los profetas, que había muerto y resucitado, y que se les había aparecido. Este mismo Pedro, luego murió crucificado por defender su mensaje. ¿Qué le sucedió? ¿Cómo pasó de ser un cobarde desertor a un valiente y aguerrido mártir? La razón está en 1Corintio 15:5 donde dice que después de su resurrección, Cristo se le apareció a Pedro. Pedro convencido por la evidencia.
Y hablemos de Jacobo, el hermano de Jesús. Este no era uno de los discípulos originales, pero más tarde le reconocieron como apóstol. Jacobo no creía que su hermano mayor, Jesús, fuera el hijo de Dios (Juan 7:5) Él no creía que su hermano fuese quien decía ser, pero después de la crucifixión, vemos a Jacobo predicando en Jerusalén el mensaje de Cristo. Según Josefo, este Jacobo se convirtió en líder de la iglesia en Jerusalén, y hasta escribió uno de los libros de la biblia. Y luego, murió apedreado por defender el mensaje de la resurrección. ¿Cómo explicar esto? La explicación la vemos en 1 Corintio 15:17: «luego, después de la resurrección, se le apareció a Jacobo.»
Para mí, el cambio extraordinario en la vida de los discípulos, y que estuvieran dispuestos a dar sus vidas por el evangelio, es una prueba irrefutable a favor de la resurrección. Terminaré con lo siguiente, citado por el profesor Josh McDowell en el libro Más que un carpintero: Harold Mattingly, profesor emérito en la Universidad de Leeds dice en su texto de historia que los apóstoles sellaron su testimonio con sangre. Y, como escribió Tertuliano, ningún hombre estaría dispuesto a morir por algo de lo que no está totalmente seguro de que es verdad. Así mismo, Simón Greenleaf, profesor de leyes en Harvard y quien dictaba muchísimas conferencias sobre cómo analizar un testigo y determinar si miento o no, descarta totalmente la posibilidad de que los apóstoles estuvieran mintiendo respecto a que habían sido testigos del Cristo resucitado.
Miguel Contreras
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