Por: Fernando Hiciano


Muchas son las conjeturas. Algunos teóricos argumentan que el coronavirus es la mismísima tercera guerra mundial, pero en un escenario desigual. Y como si fuera el resultado de una lucha de poderes, esta vez la guerra no se ejecuta a la usanza de lo convencional, nada de soldados en la lucha de un fuego abierto y en descampado, ni de los aviones supersónicos haciendo estragos desde el espacio en zonas enemigas, ni del corte inmisericorde del rayo láser sobre los tejidos de la población, o las ametralladoras M-16, haciendo miserias y destrozos humanos. El hombre siempre ha experimentado en sus abismos más enconados, la idea de producir hecatombes, desastres sin precedencia o el exterminio total de la humanidad. Las bombas atómicas lanzadas por Los Estados Unidos a Hiroshima y Nagasaki, los misiles inteligentes teledirigidos sobre las bases de poblaciones enemigas, los ataques inmisericordes de los extremistas con armas químicas en diversos países como en Siria, Serbia entre otros demuestran la capacidad del hombre de hacer daños en grandes magnitudes contra su propia raza. Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la literatura clásica demuestra las guerras troyanas y otras luchas en la que se pone de manifiesto las eliminaciones de razas completas del hombre por el hombre. Genocidios de razas aborígenes, y cabe señalar, el exterminio de los tainos en La Española, como si la violencia la trajéramos en nuestros genes. Sin embargo, el coronavirus toca con sañas nuestras puertas. Pero ¿fue realmente el Covid-19 la manipulación malintencionada de algunos científicos chinos para provocar que el SARS- Cov-2 haga un daño mortífero sobre la población indefensa, la cual no estaba preparada para ello?

Algunos estudiosos en la materia sostienen que este ataque ha sido focalizado a las clases altas y medias de la sociedad, y según investigadores, señalan que entre cinco y 40 casos de cada 1.000 contagios de coronavirus serán fatales, con una aproximación más precisa, de nueve casos de cada 1.000. es decir, el 1% producirá la defunción de la población mundial. Los soldados de esta guerra, curiosamente no se ven a la vista humana, sin embargo, son tan terriblemente letales que pueden provocar un daño a toda la redonda sin la necesidad de la detonación de un arma de fuego, y peor aún, este enemigo se cierne sobre la población ignorante que se resiste inocularse, acariciando la idea de llevar a la fosa al más fuerte de los hombres. Todos los días el coronavirus va mutando con actuaciones más crueles, porque el virus no quiere irse sin antes cumplir el encargo de la muerte sobre el género humano.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) es más clara: señala que, dentro de China, donde se originó el Covid-19, la tasa de mortalidad está entre el 2% y el 4%, pero fuera del país asiático la tasa se reduce al 0,7%. ¿Por qué China se niega a la investigación de la procedencia del Covid-19 en Wuhan? Al tanto esta nación rechaza una segunda investigación de la OMS sobre el origen del coronavirus, y que esta vez incluirían a laboratorios y mercados. Mientras el país considera esta pesquisa de “arrogante” y “politizada.”

Hasta el día de hoy las muertes por Covid-19 en todo el mundo oscilan entre 6,8 y 10 millones, dos o tres veces mayores a las reportadas. La Organización Mundial de la Salud estima que el número real de muertes por coronavirus son 2 o 3 veces superiores a los 3,4 millones de fallecimientos notificados actualmente a la agencia, según explica el informe sobre las Estadísticas Sanitarias Mundiales 2021. La Organización destaca que la pandemia supone una importante amenaza para la salud y el bienestar de la población a nivel mundial y obstaculiza los avances en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Si consideramos que esta temible enfermedad fue el producto malvado de la manipulación de una potencia contra otra potencia, no cabe duda de que el mismísimo diablo se la lució con toda su anchura, porque esta arma es la más inteligente, funcional y lectal que se haya visto. El Covid-19 cerró la iglesia, impidiendo a los fieles la única conexión con la Divinidad, de igual modo, también dividió la familia, al punto que, si uno de sus miembros resultaba contagiado, de inmediato es apartado, y si muriese, sus seres queridos no pueden rendirles cristianas sepulturas a sus deudos, porque los restos son tirados en una fosa común. En ese sentido, también fueron cerradas las puertas de las escuelas, impidiendo que la sociedad siga en tinieblas, impidiendo conocer la luz del conocimiento. Además, fue afectada la industria, creando serios cráteres en las empresas, y llevando a la quiebra los grandes y pequeños productores, y produciendo un alto índice de desempleo, provocando confinamiento y una cuarentena que nunca acaba, dejando postrada la población para no escribir en el futuro.

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