Los únicos historiadores que han tenido la cachaza de responder afirmativamente esta pregunta, a pesar de la inexistencia de documentos probatorios, han sido: Ramón Lugo Lovartón, Carlos Sánchez y Sánchez, Ramón Alberto Ferreras y Américo Lugo, éste último fue la fuente de la que se valieron la mayoría de los antes mencionados, para llegar a la errada conclusión de que Duarte aceptó la presidencia de la República por aquel 4 de julio de 1844, cuando Mella y otros personajes influyentes del Cibao se la ofrecieron por aclamación.

¿De dónde saca el distinguido Américo Lugo tales afirmaciones? De sus cojones, como muchas otras de sus imprecisiones históricas, que paso a citar:

1- En la página 13 de su tesis para el Doctorado en Derecho, dice Lugo: «la parte francesa fue reconocida por España desde el Tratado de Nimega». Ese formal reconocimiento al que alude Lugo fue hecho en virtud del Tratado de Ryswick, concertado el 20 de septiembre de 1697.

2- Dice Lugo, en la página 14 de la misma tesis, que la parte occidental de la isla «se declaró en 1803 estado independiente con el nombre de Haití». Es de conocimiento general que, Haití declaró su independencia el 1ro de enero de 1804.

3- Seguimos en la página 14 de la mencionada tesis, donde dice, entre otras cosas que «el estado independiente proclamado por Núñez de Cáceres el 30 de noviembre de 1821, cayó inerme pocos meses después bajo la soberanía haitiana». La independencia Efímera, como la conocemos hoy, fue proclamada el 1ro de diciembre de 1821, y cayó “inerme” siete semanas después.

4- En la página 30 de la ya susodicha tesis, dice: «Santana creyó enterrar con la hermana del Libertador la idea de la Independencia». El libertador al que él alude es Sánchez y la hermana es María Trinidad, que hasta donde sabemos y así lo constata su partida de bautismo (hija de los señores Fernando Sánchez e Isidora Ramona), era tía de Francisco del Rosario Sánchez, no su hermana.

5- En la edición número 100 de su periódico Patria, afirma Lugo que «Dessalines: inventor del carabiné». Yerra, quien inventó el carabiné (baile que lleva ese nombre porque los danzantes hacían sus mudanzas con la carabina en la espalda) fue una concubina de Dessalines, Eufemia Daquilh durante el sitio de la ciudad en 1805. (Diccionario geográfico y administrativo universal de Haití, por S. Rouzier, tomo 2, págs. 2 y 3).

6- El 6 de agosto de 1927, publicó Américo Lugo un artículo en el Listín Diario, donde decía, entre otras cosas que, Francisco del Rosario Sánchez «era hijo legítimo de Narciso Fernando Sánchez y Olalla del Rosario Betancourt, natural de la bella ciudad de Cartagena en España». Esto es completamente incierto: el segundo apellido de Olalla era “y Belén Fernández”, no Betancourt (Olalla del Rosario y Belén Fernández), dominicana, nacida en San Carlos, por lo menos así consta en su partida de Bautismo (Libro de bautismo de la Catedral, Estante B, cajón 3, legajo 6, folio 445)

Pudiéramos seguir citando más imprecisiones históricas, pero el punto de lo antes expuesto es constatar que, lo que sea que tenga que decirnos Lugo en materia de historia, debe ser tomando con pinzas. En todo caso, las impresiones que él nos ofrece sobre Duarte no solo son imprecisas, sino que también carecen de objetividad, para nadie es un secreto que Lugo pasó gran parte de su vida intelectual restándole méritos a Duarte en contraposición a Sánchez, tratando de enemistar en la muerte a los que en vida fueron mejores amigos, dígase Duarte y Sánchez. ¿Qué tienen en común todos los historiadores mencionados al principio (Ramón Lugo Lovatón, Carlos Sánchez y Sánchez, Ramón Alberto Ferreras y Américo Lugo)? Todos eran sanchistas empedernidos, que dedicaron gran parte de su talento a interiorizar la figura de Duarte para superponer la de Sánchez, a veces cayendo en la fabulación cuando sus afirmaciones no eran respaldadas con pruebas documentales.

En fin, vamos al motivo que nos congrega alrededor de esta pregunta: su respuesta. ¿Realmente aceptó Duarte la presidencia de la República cuando le fue ofrecida en el Cibao?

El 4 de julio de 1844, estando Duarte en el Cibao, una Comisión encabezada por Mella lo proclamó presidente de la República. Duarte, aunque expresó su disposición a aceptar la Presidencia, se negó a asumir dicha función hasta tanto no fuese elegido por el voto mayoritario de sus conciudadanos, así lo demuestra una carta que dirigió al pueblo de Puerto Plata, declinando la oferta: «Sensible a la hora que acabáis de hacerme, dispensándome vuestros sufragios para la primera magistratura del estado, nada me será más lisonjero que saber correspondera ella llenando el hueco de vuestras esperanzas […] Sed felices hijos de Puerto Plata y mi corazón estará satisfecho, aun exonerando del mando que queréis que obtenga, pero sed justo lo primero, si queréis ser felices».

Duarte no aceptó nunca ser presidente por aclamación, siempre mantuvo la postura de que primero había que aprobar una constitución y luego se elegiría a un presidente mediante elecciones. La actitud de Duarte frente a esta proclamación confundió a los cibaeños, a tal punto que se sintieron defraudados, la honestidad de aquel hombre les resultaba exagerada y extraña. Aun así, cuando se enteraron que Santana se había proclamado dictador en Santo Domingo, mostraron su apoyo a Duarte, respondiendo con aprestos revolucionarios al desafío de Santana. La guerra civil: Duarte vs Santana era inminente. La solución era marchar con el ejercito victorioso del 30 de marzo y batirse con Santana, quien tenía la de perder, dada la lealtad de José Joaquin Puello hacia Duarte, además de que podían contar con Duvergé. De no ser por la actitud conciliadora que adoptó Duarte tras declinar la proclamación para presidente (negándose a declararle la guerra a Santana), el país probablemente se habría fragmentado en dos regiones con dos gobiernos distintos. El propósito de Duarte, sus planes para el país era la estabilidad política y el orden democrático, su altruismo no le permitía ser manzana de discordia ni provocar una guerra civil cuyo origen estaba en la investidura presidencial. Duarte solucionó enviar a Mella a Santo Domingo para negociar con Santana, pero éste último se negó a negociar y encerró a Mella.

No es cierto, repito insistentemente, que Duarte haya aceptado la presidencia de la República como afirma los historiadores antes mencionados, no existen pruebas documentales ni testimoniales —salvo los testimonios de Santana, que usó como excusa el “autonombramiento de Duarte como presidente” para proclamarse dictador—, tampoco nombramientos, oficios o la conformación de un gabinete. ¿Cuál es el proposito detrás de aquellas infundadas afirmaciones? Inferorizar a Duarte para superponer la figura de Sánchez; aquellos historiadores eran, repito, sanchistas empedernidos. La idea de que Duarte aceptaba la presidencia de la República ofrecida en el Cibao, sirve de excusa para victimizar a Sánchez, que en aquel momento era presidente de la Junta Central Gubernativa (gobierno interido de la República Dominicana), de modo que, al Duarte aceptar la investidura por aclamasión, desconocía el gobierno interido presidido por Sánchez, dandole al mismo tiempo una especie de golpe de Estado, he ahí la razón de tales fabulaciones, por eso ellos y nadie más, afirmaban infundadamente esta cuestión.


Libros consultados:

1- Ramón A. Ferreras: “Sánchez (Fundador de la República)”; El Estudiante, Santo Domingo, 1989, pág, 88

2- Juan Isidro Jimenes Grullón, «El mito de los Padres de la Patria», Archivo General de la Nación Vol. CCXIII, Colección juvenil, Vol. II, Santo Domingo, 2014, págs. 108-109; 121-122

3- Joaquín Balaguer: «El Cristo de la Libertad», Editora Corrpio, Santo Domingo, 2014, págs. 113-117.

4- Alcides García Lluberes: «Duarte y su época», Vol. II, Buho, Santo Domingo, 2013, págs. 27-28; 31.

5- Emilio Rodriguez Demorizi: «En torno a Duarte», Vol. II, Buho, Santo Domingo, 2013, págs. 198-199.

6- Juan Daniel Balcacer: «Vicisitudes de Juan Pablo Duarte», Banreservas, Santo Domingo, 2013, pág. 50.

7- José Manuel Rodríguez Grullón: «Duarte 25», Grafica Willian, Santo Domingo, 2020, págs. 155-58.

8- Sumner Welles: «La Viña de Naboth», Tomo I, Colección Bibliofilos 2000, Sociedad Dominicana de Bibliofilos, Santo Domingo, 2006, pág. 75.

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