Hace algunos años, cuando apenas empezaba a conocer los trabajos de José Carvajal, una joven lectora me dijo que no podía comprender por qué Carvajal era tan famoso, si no había publicado nada, a excepción de esos artículos y ensayos en los que, con magna autoridad, mandaba al «infierno para libros» a toda mala obra, incluidas las de esos escritores de cuello blanco que se creían la «élite literaria del país». Yo tampoco había leído más que sus ensayos, pero había indagado sobre su vida literaria, y un amigo en Estados Unidos me dijo que sí, que José Carvajal había publicado varios libros.  Así que le dije a mi amiga (y creo que se lo prometí) que yo le daría a leer algo de José Carvajal.

¡Cosas del destino! Un día, sin esperarlo, sin buscarlo, en la Biblioteca Antillense Salesiana, aparecieron dos libros de José Carvajal: De barrio y de ciudad (cuentos) y este poemario que ahora pongo en manos del lector: Un posible sarcasmo del oficio. ¡Y vaya que si es un sarcasmo! Para mí fue un gran hallazgo.

Ya es costumbre entre los escritores, cuando crecen, despreciar sus primeras creaciones. En este aspecto, José Carvajal no es la excepción; cuando le dije que yo quería reeditar su libro, se mostró muy incrédulo. Me preguntó si valía la pena, a lo que respondí de forma muy positiva. Y le pedí los permisos correspondientes para la reedición.

¿Quién que sea dominicano y lector no conoce al José Carvajal crítico? Como crítico todos le conocen, pero no tantos como poeta. Carvajal es un crítico suprema−dignidad, como diría Rubén Darío, pero, antes que todo, es poeta ingenioso y sorprendente. Eso sí, este poemario fue escrito hace más de tres décadas, cuando el poeta apenas contaba con 23 años de edad. Así que el José Carvajal de hoy no puede ser juzgado por lo que escribiera el de ayer, porque definitivamente no se trata de la misma persona.

Publicar este libro es darles a los lectores un José Carvajal joven, quizás con las mismas inquietudes literarias que nosotros, un joven que se abrió paso en el mundo literario con la fuerza del verso, pero que, como un Pedro Henríquez Ureña o como un Alfonso Reyes, se alejó del verso para ocupar un lugar más elevado en el gran universo de las letras. 

Un posible sarcasmo del oficio merece renacer. Es un poemario bastante experimental; una sugerente combinación de verso y prosa, capaz de cautivar al lector más distraído; el autor, por medio de un juego muy serio de palabras, comunica al lector belleza y verdad al mismo tiempo. En él las palabras se transforman, dando lugar a una forma originalísima de transmitir la imagen. Este poemario tiene poemas y prosas verdaderamente raros y herméticos, difíciles de entender. Y, como no se puede justipreciar lo incomprendido, creo que los lectores de su tiempo no apreciaron en su justa dimensión el estilo sarcástico-experimental de José Carvajal.  Y es que en todos los tiempos ha habido personas a las que «lo nuevo, lo innovador, y lo experimental, les parece instrumento del mal.»  Pero lo bueno permanece para siempre, porque se renueva de tiempo en tiempo. ¡Qué suerte tienen las buenas obras, que por más que duren sepultadas en los años, siempre aparece alguien que las sacas del olvido y las presenta en los nuevos escenarios!

Ha mucho tiempo que se escribió este poemario, pero la poesía permanece para siempre, porque es increada. La poesía sobrevive al poeta, porque la poesía es, y el poeta, como el filósofo, está buscando ser. Por eso, puede haber poesía, aunque no haya poetas; pero no puede haber poetas si no hay poesía. No tengo por qué aceptar los antiguos paradigmas. Para los griegos, la poiesis es creación; para mí, la poiesis es energía creadora. Nadie puede crearla, ella está esparcida por doquier, en la naturaleza…, en el cosmos…, en el interior y en el exterior del ser humano y de todas las cosas… ¡He dicho por doquier

Entonces, ¿qué hacen los poetas sino poesía, ya que es la poesía la que hace al poeta? ¡Descubrirla y escribirla! La poesía no se hace, se descubre y se escribe. Ella está en el corazón del hombre, pero se necesita sensibilidad, disposición anímica y agudeza espiritual, para descifrarla y darle forma −quiero decir, envase. Porque eso es la forma: el envase−. El poeta puede crear el envase, la forma, pero jamás podrá crear el fondo, el contenido. El poeta es un observador, un descubridor, y la forma en que dice lo que observa, eso es lo que determina qué tan poeta es.

En este poemario la forma es asombrosa y el contenido hechizador.   Basta leer la primera página para quedar atrapado hasta el final. Veamos:

«Nadie supo nada porque no había nadie cuando ocurrió nada, todo era una murmuración de cosas extrañas; unas miradas ciegas de cosas que se llamaron astro en el cielo y en la tierra cosas».

¡Es un rezo armonioso, un deleite metafísico! El ritmo de las últimas trece palabras de estas líneas, traen a la memoria la melodía final de un rezo muy famoso, escrito por varios autores, entre ellos Mozart y Bach, e instituido por Santo Domingo de Guzmán:

«…ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen».

Es un ritmo idéntico, especialmente donde dice «…astro en el cielo y en la tierra cosas».

¿Fue pura coincidencia? No lo sé. ¿Lo hizo adrede? No lo sé. Pero cautiva. En la complejidad de estos versos hay verdades ocultas, noticias literarias y lecciones de historia. Por ejemplo, en un poema dice:

          «gabriela ministra de un premio

           del cuarenta y cinco» 

Con estas palabras nos dice que Gabriela Mistral, ostenta, administra, el Premio Nobel del 1945, siendo esta la primera latinoamericana en ganarlo. No cualquiera puede entender este poemario. Es necesario haber leído historia.  Y conocer de formas y estilos literarios. El sarcasmo es notorio en cada verso, muchas veces revelador hasta de preocupantes verdades escatológicas. Por ejemplo:

          «la noche te levanta la sábana

           y se acuesta a tu lado

           te abraza el cuello

           y te besa

           a veces te das cuenta

           pero la emoción dictamina

           la sensación

           por eso lo de quieto

            hasta el amanecer»

La noche es símbolo, metáfora del eterno ocaso, que a veces se acuesta con nosotros, hasta el nuevo amanecer, más allá de los espacios siderales, imagen propia del modernismo.

Y hay versos que, al ser leídos, uno siente como si jugara a la rayuela. Y ese ritmo agrada:

          «es ahí cuando el iris del gato de anacleta

                  peludo ⁄

                                      despeinado ⁄

                 es importante para uno»

El poeta dice cosas que parecen muy simples, pero que a veces resultan complicadas, por su alto contenido surrealista.  Por ejemplo:

          «el aza tumba la taza

           y se queda en el aire»

Y en el poema titulado Lezama Lima, el juego de palabras se torna todavía más serio. El poeta juega con las palabras, y las palabras juegan con el lector. Hay unos versos que, por su forma, resultan de compleja comprensión. Veamos:  

          «con unas gentes

                  con otras sienes

           con otras             con 

                   ciencias          atravesada»

¡Qué laberinto indescifrable! Esto se puede leer de diferentes maneras. ¡Qué forma de expresión! ¡Y qué agradable! Me resultan bastante interesante estos poemas. Pero es en la segunda parte del poemario, específicamente en el poema titulado Para lo que fue creada Fili-Melé, donde la pluma del poeta se endiosa y toma el impulso arrebatado de un dios embriagado de elixir, para escribir unos versos pirámicos, soberbios, de belleza infinita; versos que, con uno solo de ellos, bastaría para que el libro adquiera valor literario irrefutable. Porque yo creo que sí, que en un libro basta un verso, un solo verso, un verso perfecto, para lanzar a la posteridad y eternizar en el tiempo, tanto a la obra como al autor. Un verso bastaría, sí. ¡Y aquí hay muchos! Escuchemos:

          «heme aquí supuestamente inventado:

           vuelo

           como         

           el mosquito       

           que te enloquece

            y que se hace sentir a tu lado»

            ¡Qué sarcasmo! ¡Qué ironía! Y más adelante dice:

           «te olvido

            me olvido

            olvido que me olvido y que te olvido»

Y después, en unos de los versos más sencillos, quizás, pero de más belleza, dice a Filí-Melé:

           «si todas las mujeres plagiaran tu existencia»

¡Ay qué verso! ¡Es un alejandrino perfecto! En este libro hay túneles de enredaderas. Monumentos de ideas. Laberintos de palabras. Hay un poco de todo, y, al mismo tiempo, nada de nadie. Versos de escuelas y vanguardias: modernistas, posmodernistas, realistas, surrealistas, y hasta algunos que fluctúan entre el dadaísmo y el cubismo. Pero nada de eso define a José Carvajal. Porque el poeta sabe transmitir su mensaje de forma muy particular. Él tiene su propia forma de expresión.  Y eso, la originalidad, le suma valor y calidad a toda obra literaria

Y bueno, señores, muchas cosas se pudieran decir de este poemario sin que falte inspiración y verdad. Pero debo dejar que el lector lea, descubra e interprete por cuenta propia.  Así que, les dejo en manos de Un posible sarcasmo del oficio. ¡Mucha suerte!

-Miguel Contreras

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