El ganar como principio de la voluntad de poder
“Sostengo que la voluntad de ganar es el principio del verdadero hombre de carácter. Es tiempo de saber, amados lectores, que hay algo dentro de ti, mucho más poderoso y milagroso, que aquella matrix mental que te afecta y te hace danzar como una marioneta.”
Amados lectores:
La voluntad de ganar
Durante el asedio de Tiro y Sidón, cuando las tropas de Alejandro Magno, al llegar a las costas fenicias, divisaron al enemigo entraron en pánico al ver al gran número de enemigos que los esperaban con ansias animalescas. Sin embargo, el gran rey de Macedonia, desembarcó tan pronto como pudo, y dijo: “quemen todas las naves”. Luego reunió a sus hombres y los hizo contemplar las naves en llamas, diciéndoles: “observen cómo se queman los barcos. Ya no podremos regresar a casa huyendo. Ya no hay vuelta atrás. Vamos a regresar, solo si ganamos. Pero lo haremos de la única forma posible, en los barcos de nuestros enemigos.”
La aptitud de ganar se define como aquella que es inherente a la persona, conseguir aquello que se propone usando todo el poder que posee para lograr el objeto de su deseo, a pesar de las contrariedades y adversidades en el proceso persecutorio. Como por ejemplo, Perseo en el rescate de Andrómeda, Aquiles en la venganza de su amado pupilo petrocleo, o París en el rapto de Helena sin importar consecuencias, Julio Cesar en la conquista de las Galias, el intento de la toma de Gran Bretaña o en la rebelión contra el senado romano.
Toda mentalidad del hombre de carácter esta marcada por la aptitud de ganar. Y ganar a cualquier costo. Aunque sea obligándose a sí mismo y doblegando el temor, aun a costa de quemar los barcos que nos hacen devolvernos hacia el confort fantasmagórico de que “los tiempos pasados eran mejores” como cantaba Jorge Manrrique. Encontrar los secretos del arte de ganar es donde el hombre se labra su propio destino, en vez de estar quejándose del político de turno. Esta forma de vivir de continuas quejas es contagiosa, y lo mejor es apartarse de ella cuanto antes. Debilita el espíritu.
Otro vicio mordaz es que el hombre moderno esta sumergido en el charco atenuante y debilitante del confort y las facilidades tecnológicas contemporáneas; en toda industria que pretende acometer, no se arriesga sin antes “poseer” todas las variables controladas. Solo es capaz de lanzarse si todos los vientos soplan a su favor. Por ello, el hombre moderno, a Nietzsche, le daba asco. Y a mi también
Es interesante observar con detenimiento los pensamientos de los filósofos helenos y romanos de la antigüedad, no solo en sus tratados, también la filosofía impregnada en su literatura, epopeyas, obras teatrales, modos de acciones de sus héroes, industrias militares y políticas, y por supuesto en la mitología nos reencontramos “nuevas” perspectivas. Y entenderíamos porqué Federico Nietzsche odiaba la mentalidad, también hasta, del cristiano moderno, sin que nos ofendamos los creyentes tontos, y se esforzaba por una filosofía de vida más clásica desveladas en las lecturas asiduas de los helenos. Por ello, Nietzsche “creó” la doctrina del Superhombre(Übermensch). Pero aquí no entraremos en esa doctrina ampliamente. Más bien solo quiero devolverle a mis lectores algunos argumentos para adquirir aquella mentalidad(mindset) tan necesaria para poder superar la condición del hombre débil contemporáneo.
Algunas disertaciones contra el cientificismo y el racionalismo contemporáneo.
Desde que el mediocre francés, Auguste Comte, padre de la filosofía positiva y fundador de la sociología–o dador del nombre como dice Peter L. Berger–, el pensamiento filosófico, académico y no académico(tanto la filosofía libresca como la de peluquerías), se ha convertido muchas veces en el mero tratamiento del conjunto de los temas de estructuras sociales, políticos y macroeconómicos. Descripciones, análisis y críticas de los sistemas en conjunto de la componenda social. Podemos ver como (quienes los leen y escuchan) los sociólogos y filósofos modernos tratan al hombre, no solo como entidad social como expone Aristoteles, sino más aún, estúpidamente magnificando el Estado y sus estructuras como principio de vida; y masificada y diluida la persona concreta en el espectro político, social y económico como un microbio más. La sociología positiva tanto como la sociología marxista–parientes por supuesto– deberían ser llamadas ramas de la zoología. Zoología sofistificadísima, claro esta.
Un craso error para los jóvenes adultos contemporáneos, estancarse en la “analitica sapiencial" de las estructuras sociales en la que se desenvuelven, viéndose solo como conjunto clasificados y tipificados en grupos con bárbaros términos científicos denominados por los sabios de lo social. Los problemas están empanados de generalizaciones, y diluidos por estos filósofos sociales a un espiritismo–y animalismo– racionalista.
Nosotros, amados lectores, en este sentido, debemos distinguirnos de la masa pensante actualmente–y de la no pensante más lejos aún–. Y cuando antes, alejarnos de estas reflexiones que aportan los científicos y psicólogos de las sociedades y sus estructuras políticas contemporáneas. Salirse del pensar sobre sí, cuando el pensar está solo dentro del espectro social y político diluido en la manada es una urgencia. Banderas rojas.
Mientras más sociólogos, filósofos y economistas de esta magnitud existan, como lo podemos probar que los hay en abundancia, más deplorables se ha convertido nuestra situación social. Y así mismo, por lo tanto la situación individual. Es lo mismo que renegar de la afirmación del yo, a cambio de que otros(el Estado o el sociólogo), propongan sintetizar el valor del yo individual en sus mamotretos, artículos en revistas “especializadas”, y en sus atrasadas intervenciones en programas radiales o televisivos. Nietzsche dijo: “El hombre ordinario vive siempre esperando una opinión acerca de sí mismo, y entonces, instintivamente se somete a ella. Pero de ninguna manera solo a una ‘buena’ opinión, también se somete a aquellas que resultan injustas”.
Hoy también existe una figura profesional que todos, amados lectores, debemos de odiar y despreciar, al politólogo. O mejor decir, un dizque sabio que se dedica con “prestigio” elocuente a la carrera de armador de campañas, predicciones pintorescas de elecciones, asesor de candidatos, y así, se gana la vida sacando a políticos(candidatos y funcionarios) de la imagen caricaturescas por medio de “limpiezas” de la imagen a través de las relaciones públicas y publicidad. Nunca escuches a los que se hacen llamar como tales, son bufones y parásitos que viven del saco y la corbata resolviendo falsos problemas y dilemas que no existen. Y peores si tienen el título de alguna Universidad extranjera; o, además, especialidades, maestrías o doctorados en una porquería llamada “política internacional”. Huyan de sus comentarios sofísticos.
La única salida posible, no esta en conjugaciones de la verborragia sociológica, las filosofías políticas o los reportes periodísticos de los análisis macroeconómicos. La verdadera y única salida posible es “la mentalidad ganadora”, la voluntad poder, o convertirse en el “übermensch” de Nietzsche. Lamentablemente después de varias lecturas del autor alemán, hay que reconocer algunos puntos de su filosofía. El hombre común no puede saltar más allá, él es, solamente aquello que es considerado por los demás que es. En este caso por los filósofos de lo social. Esto podría ser verdad, cuando entendemos que hoy no existe relación ninguna con los conceptos de “amos y esclavos”. Sin embargo, la insatisfacción contra la libertad que reside en gran cantidad de hombres y mujeres jóvenes hoy en día, ponen en reversa los conceptos señalados arriba. Y por lo tanto, a modo foucaultiano, dicho problema, nos trae nuevos problemas. Los cuales, gran parte de ellos se resuelven aceptando que vivíamos en una generación de hombres y mujeres perdedores ante el confort por la validación exterior, sin tomar en cuenta, ni siquiera reflexionar en el valor y potencial individual del yo.
El valor y potencia individual del yo, quiere decir, llegar a contemplar al hombre o la mujer que potencialmente sabemos que somos capaces de llegar a ser. Llamémosle responsabilidad consigo mismo de lograr una autorrealización determinada y causada por la combinación de la inteligencia y la voluntad en una lucha férrea por ganar. O como dijo el gran entrenador de football americano Vince Lombardi, “ganar no lo es todo, es lo único”.
Amados lectores, nuestro propósito en la vida para alcanzar la excelencia humana, es sólo indagar en el arte de ganar. Y gastarse una vida en saber quienes realmente somos, en todo, como humanidad, y, en la parte, el yo persona. Hay que volver a las líneas de la sabiduría del depósito de la tradición clásica como lecturas profundas de la filosofía helénica y latina, lecturas de buenas biografías antiguas y modernas, y una Fe inconmovible en la doctrina de la Inmortalidad del Alma, son las bases del hombre que quiere “salir del rebaño” propone el filósofo alemán. Es decir la polimatía, un neoclasicismo o un renacimiento como camino del hombre que crea su propio destino y no, a la espera que gane el partido mesianico de turno en la preferencia estadística de las masas, guiados siempre por la insuflada sabiduría de los filósofos de lo social, de lo político y de lo macroeconómico.
Pues les invito en esta articulación de ideas, no a reflexionar como sociedad y sus estructuras, sino como individuos dentro y frente a ciertas estructuras. Las cuales, como Perseo salvó a Andrómeda del monstruo marino enviado por Poseidón, del mismo modo, amados lectores debemos de salvar nuestras almas del monstruo moderno de la matrix masificada y cosificada en los tratados de las estructuras políticas, sociales y económicas.
Para empezar basta tener la determinación de Perseo de apropiarse de Andrómeda. Hay que apropiarse de sí mismo. Y Andomeda nos pertenece, ella es parte de nosotros. Richard Tylor reflexionaba en la enseñanza estoica, tu valor reside dentro de ti, y dijo que: “ Lo que realmente eres y significas, no lo que posees, no como estas pensado por tus contemporáneos, ni si quiera por lo que te plantees sobre el mundo, ninguna de estas cosas”.
La salida es ser ganador
Si, la salida es convertirse en un ganador. Es todo lo que aprendió Alejandro Magno de Aristóteles, ganar. Y ganar a cualquier costo. “Si quieres paz, prepárate para la guerra”.
Es tiempo de saber, amados lectores, que hay algo dentro de ti, mucho más poderoso y milagroso, que aquella matrix mental que nos afecta y te hace danzar como una marioneta. Ganar y saber qué hacer con lo ganado es la magna virtud, porque la medida de un hombre es lo que hace con el poder, decía Platón. Y no se tiene poder sin ganar; como tampoco se gana, sin algún tipo de riesgo y dolor. Y uno no llega a ser poderoso, también decía Marco Aurelio, por nunca sentir dolor. “La gente fuerte siente y abraza el dolor”, proclamaba casi un siglo antes, Séneca. Nos parece también muy acertada la proclamación cristiana de que Cristo pasó por la cruz, descendió a los infiernos, y subió al cielo a sentarse a la derecha del padre.
Todo esto es imposible, ni siquiera pensarlo para el débil de mente, y naturalmente ha decidido vivir del pan y del circo como fanático. Pero para ustedes queridísimos lectores, que no están contentos con la debilidad mental, esto es importantísimo. Nosotros queremos mantenernos a pie de lucha día a día con la responsabilidad de la cruz y la gloria por convertirnos en aquel hombre o mujer que sabemos que estamos llamados a ser. Y que podemos llegar a ser. Definitivamente, estamos obsesionados con nuestro potencial. Pero seamos realistas, los sueños solo son sueños, hasta que los pensamientos se conviertan en acciones.
Algunas disposiciones morales para voluntad de ganar
Una de las variadas características de los héroes y villanos están definidas por la diferenciación de ciertos valores morales. El villano tiene su origen en un trauma causado por un tercero, y su forma de curarlo es infligir el mismo mal a otros como venganza evidente. Sin embargo, el héroe toma otro camino, aunque haya sufrido el mismo trauma, lucha porque el mismo dolor no sea infligido a otros. Y en esta batalla por ganar, como una partida de ajedrez, ambos se lanzan con lo mejor de su espíritu, inteligencia y voluntad.
Prácticamente, el villano no tendría escrúpulos para conseguir lo que desea, mientras que el héroe, actuaría, precisamente bajo ciertos estándares morales, (no precisamente éticos). Evidentemente, los grandes héroes nunca han tenido tanto tiempo para formular un sistema racional de las costumbres(ética) como Aristóteles.
Pues el arte de ganar del héroe consiste, en este sentido, en sintetizar las costumbres morales adquiridas y conseguir el objetivo propuesto, no sin daños colaterales, de los cuales el héroe siempre se lamentaría, y pagaría tributo y culto por sus daños en el proceso. Pero tampoco eso detiene al héroe. Él, como héroe al fin, sabe que ganar implica riesgos y daños colaterales, aunque intente protegerlos a toda costa. Pero aún más importante para el héroe es ganar. Y lo es, como se ha repetido muchas veces en este escrito, a cualquier costo.
Pero amados lectores, siendo práctico y concreto, si nos miramos al espejo, nos daríamos cuenta que nuestros peores villanos hoy día, somos nosotros mismos. Uno mismo aniquila sus sueños con nuestra pereza y la mentalidad hedonista y perdedora de hoy. Pero cada uno decide qué papel jugar en el arte de ganar. Homero lo dejó claro, amados lectores: “cada hombre se deleita con el traje que lo viste mejor”. Vestirse de triunfo es el único camino que puedo aconsejar. César o nada.
Y que el Todopoderoso los guarde y los guíe en el camino.
Autor: Enmanuel Peralta, el perro
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