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El opio de los pueblos

Por: César Canela


«Así pues, en el fondo, ninguna religión es falsa. Todas son verdaderas a su modo, y todas responden, aunque de formas distintas, a condiciones dadas de la existencia humana».

– Émile Durkheim


En el mundo actual, en los espacios donde predomina una visión materialista de la realidad, es común que mucha gente asuma o diga que la fe religiosa es contraria a la razón y que las personas que siguen ciertos parámetros religiosos son ignorantes, miopes de la realidad que no se han dado cuenta de que los dioses son una invención del ser humano. Además de lo mencionado, surgen escenarios para combatir los males y los bienes de la religión en donde “sabios” e “intelectuales” exponen sus ideas que van cargadas de una “superioridad” moral e intelectual proponiendo la destrucción o superación de la religión en una predicación dogmática quasi mística en donde defienden el surgimiento de un mundo nuevo -sin religión-, gobernado por la razón, donde ya no existirán los males de la ignorancia que tiende a la religión.

En otro orden, ciertos grupos sectarios de la religión rechazan todo lo que está fuera de su texto y se atreven a negar verdades científicamente comprobadas y/o racionalmente fundamentadas. Su subcultura anticientífica e irracional representa un problema para el Estado de derecho y para el avance científico, raciovitalista del individo y la sociedad. Su “superioridad” moral y su magnificación exagerada de su texto sagrado¹ les impide hacer una lectura holística de la realidad. Aunque en el fondo persiguen el bien, en la práctica, sus fanáticos son instrumentos de discriminación-inquisidora que andan por la vida dictando las normas que deben asumir los demás.


También, resulta interesante, incluso sociológicamente estudiable, que muchos no creyentes se conviertan, precisamente, en lo que juraron destruir: fanáticos de creencias. Dejan de preguntarse o cuestionarse sus ideas y estas ocupan el lugar de las postulados hasta llegar a una masturbación de ideas que les producen un orgasmo mental cuasi del mismo tipo del que experimentan, en su éxtasis, los fanáticos religiosos. En ese sentido, no hay diferencia entre el religioso fundamentalista y no areligioso- ateista-materialista.² Sus actitudes son, en la misma medida una reducción de la realidad. El primero entiende que lo único valioso es el más allá e ignora -consciente o inconscientemente- la realidad del más aquí (del mundo) y vive mentalmente opiado con el más allá, ignorando los sucesos históricos, siendo obstáculo para desarrollo de su comunidad³; mientras que el segundo hace una negación de lo metafísico, con una mentalidad intrascendente, negando de forma absoluta toda reflexión que invite a mirar al más allá, son fanáticos del más aquí y viven igualmente drogados con la idea de que realidad es materia y lo único absolutamente necesario es una reflexión sobre las cosas que son tangibles.

La fe religiosa y el ateísmo en sus dimensiones extremas pueden ser modos de drogadicción y miopía intelectual porque siempre hay un grupo de devotos que siguen sus ideas sin preguntarse sobre ellas, aceptándolas simplemente porque le parecen atractivas y porque están de acuerdo con su cosmovisión.

Desde mi limitada visión de la “realidad” considero que el ateismo-materialista, como tampoco la religión por sí solos son capaces de dar respuestas contundentes a la realidad humana. Si la religión fuera capaz de responder a Todo, hace tiempo que hubiéramos solucionado los problemas del mundo, lo mismo que si el materialismo hubiera sido capaz de comprender de forma holística la realidad ya hubiera desaparecido la religión en el siglo a finales del XIX o durante el siglo XX.

Entonces, no es de sorprender que sea imposible la anulación de la religión y de las ciencias porque el ser humano es, a la vez, de forma integral e inseparable, homo sapiens y homo religious.⁴ Según Durkheim no hay un instante radical ni lugar específico en que hayan iniciado las religiones⁵, es decir, que el fenómeno religioso ha estado presente en la vida del ser humano desde el “mismo momento” que la razón empieza a operar en su ser, es decir, desde que es humano. La vida humana es una realidad radical⁶ en donde converge la identidad humana que está compuesta por el yo y las circunstancias.

La religión, entre otras cosas, es parte de las circunstancias y de la realidad radical de la vida. De ese mismo modo forman parte las ideas y las creencias; las primeras son aquellas que están muy relacionadas con persecución de la verdad⁷ y rechazo de lo falso. Esas creencias podrían ser religiosas o de cualquier tipo. Estás no se cuestionan, se asumen. Además, es bueno decir que esas creencias podrían sustituirse por otras luego de un proceso dubitativo.

Que la religión sea parte de la vida, implica que el ser humano se ve obligado a reflexionar-filosofar sobre aquellas cuestiones trascendentales; de ese mismo modo, también está llamado a meditar-filosofar sobre las cosas materiales.

Quiere decir que “la razón también es también fe religiosa”⁸. La religión no es sinónimo de irracionalidad. Si la fe religiosa fuera irracional, no hubiera textos místicos que aportan a la literatura y a la moral universal. La teología es, el más amplio sentido, un acto de profunda razón y humanidad. En consecuencia, insisto, la razón no solo se ocupa de las cosas materiales sino de las cuestiones trascendentales.

En torno a lo mencionado podríamos preguntarnos: ¿Qué diferencia existe entre la construcción racional de la dialéctica, el racionalismo, la fenomenología u otras teorías racional con la construcción racional de la religión? Es probable que encontremos más parecidos de diferencias. Se pude hacer un cuadro sinóptico comparativo con las ideas del cristianismo, el kantismo, el positivismo, el marxismo, la hermenéuta nietzscheniana y encontraremos parecidos conceptuales sumamente interesantes.⁹ Lógicamente que las semejanzas encontradas irán a la dirección correspondiente a cada corriente. Toda construcción lógica -real o no- es un acto de la razón. Tiene su valor.

En definitiva, es lógico que las personas, por razones diversas se sientan atraídas por un modo de pensar desde la religión -lo trascendente- o desde el materialismo -lo inmanente-, eso es parte de la diversidad. El problema racional empieza cuando se pretende descartar una y otra fundamentándose en falacias lógicas. El dogmatismo, en cualquiera de sus manifestaciones, ya sea desde el materialismo o desde la religión es igual de dañino para el intelecto porque reduce al ser humano a algo que no es. ¡Qué la filosofía te acompañe! Hasta la próxima.


Referencias

  • ¹ Aquí puede aplicar cualquier idea no escrita que pretenda que impida el diálogo con los demás por pretenderse absoluta.«Así pues, en el fondo, ninguna religión es falsa. Todas son verdaderas a su modo, y todas responden, aunque de formas distintas, a condiciones dadas de la existencia humana». -Émile Durkheim
  • ² Es difícil encontrar una terminología que enmarque lo que quiero decir porque ser ateo no es sinónimo de ser arreligioso y ser arreligioso no es idéntico a ser ateo ni ambas cosas implican que se sea materialista. Resulta complicado eso pero intento explicar mis ideas a partir de esta hibridación de tres términos.
  • ³ K. Marx dice que “la religión es el opio de los pueblos”. Cfr. Marx, K. (2014). Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Valencia: Pre-Textos.
  • Una idea de este tipo bien elaborada se encuentra en la filosofía de Karen Armstrong. Cfr. Armstrong, K. Historia de Dios (1995). Paidós.
  • Cfr.Las formas elementales de la vida religiosal (Vol.38) Ediciones Akal. La frase que aparece al inicio de esta publicación puede contarse en este texto.
  • Pensamiento raciovitalista fundado por J. Ortega y Gasset en su tercera etapa filosófica que abarca desde 1924 hasta 1955 según J. Ferrater Mora. Cfr.Ortega y Gasset, J., Gomá Lanzón, J., & Lasaga Medina, J. (2011). Meditaciones del Quiojte (pp. 1-87). Editorial Gredos.
  • La verdad en el pensamiento orteguiano se construye desde el perspectivismo que no es lo mismo que el relativismo. Esto significa que se deben tomar todas las perspectivas para construir la verdad deseada.
  • Cfr. Gasset, J. O. Y. (1970). Historia como sistema. Revista de occidente.
  • J. Ortega y Gasset al final su extenso análisis en La historia como sistema hace unos comentarios bien atinados en torno a la racionalidad y al sentido que tienen la fe religiosa en la intelectualidad humana. Es un comentario al margen, el cual, podría interpretarse que la religión es parte de la historia sistemática de la vida humana. Cfr. Ibid.


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